/ Rincón de Cultura
En la entrega anterior nos acercamos a CONTARES, la primera parte de LOS HIJOS DEL BOSQUE de Sonia Moreno Ortiz. Ahora continuaremos con aproximaciones a sus otros textos.
En 1995, apareció INSTANTES, de este libro provienen Preceptos -pequeño relato angustiado sobre una adolescente, en su primer día en un nuevo plantel-; El Niño -precioso retrato de un pequeño, con algo de profeta, deambulando en el orbe de la infancia-; Amigos- la deliciosa historia de un jubilado solitario y su pequeña ave compañera- y La dama de los ojos vendados –desgarradora visión de un infante juzgado como criminal, realmente kafkiana. LOS HIJOS DEL BOSQUE contiene 6 cuentos inéditos y uno editado, el que da título al libro y a la sección y constituyen el material más reciente de la autora. Si bien buena parte de la prosa poética de Sonia tiene rasgos narrativos, relata una historia, estos se identifican como cuentos.
Y el primero, que da título a la sección, es la deliciosa imagen de un trompo bailarín, que danza, acompañado de una zampoña. Arcón de su infancia es una delicada imagen de la lejana niñez, pasada en una mansión, en decadencia, contemplada desde lejos. Marcela es el retrato sutil y poético de una mujer en pos de la dicha, que no se sabe si la alcanzó.
Hojas sueltas evoca la desolada vida de un poeta solitario, en busca de auditores.
Numancia es un micro historia de trágica belleza. Interminable espera narra el conmovedor abandono de una madre, y Recorriendo en bici evoca los sueños de un gato, que es el delicioso personaje y el narrador de la obra.
La última sección IMÁGENES ONÍRICAS data de un año después de la muerte del padre de la autora. En mi caso particular, con el fallecimiento tan reciente del mío, me ha emocionado hasta las lágrimas.
Eugenio Moreno Heredia, el gran poeta cuencano, y su esposa Rosalía Ortiz Tamariz son los protagonistas absolutos de estas visiones cargadas de emoción y ternura. Todo, los recuerdos de la vida entera, la enfermedad, sus detalles, su partida, aparecen en el conjunto de textos, poblados de belleza, de sitios familiares, de los males del cuerpo y de la convicción de que ÉL está cálidamente presente en todo:
“Tu voz la escucho para siempre, dilatada en tus versos…” (O)