¿Y el liderazgo de Cuenca?

Leonar Durán

Cuenca llega a sus 201 años de independencia, como siempre en base en base de sus propios esfuerzos, de sus potencialidades. Sobreponiéndose a tantos vaivenes, consecuencia del centralismo, que aún cree que perdura el Virreinato; de la inequidad en la distribución de los recursos, y hasta de una dorada burocracia con capacidad para decidir qué hacer, cómo hacer, cuándo hacer o no hacer.

Pero vale señalar que Cuenca, en los últimos quince años ha ido perdiendo voz, liderazgo, el pundonor para levantar el puño y, sin caer en lo soez, reclamar, exigir lo que le corresponde; o de ser un referente de iniciativas y de proyectos viables cuyo denominador común sea el bienestar colectivo.

Sin duda que la aniquilación de los gremios de profesionales o de otra índole, implantada durante el correato para acallar las voces discrepantes y la capacidad para organizarse, fue letal.

Se acabó con las llamadas Asambleas Provinciales, el foro que permitía discutir los graves problemas de Cuenca, de la provincia; ni se diga cooptando o persiguiendo, no a todos por su puesto, a líderes de opinión, a estudiosos de la realidad nacional, y aun dividiendo a la gente.

Otrora, por ejemplo, el Colegio de Ingenieros Civiles, el de Arquitectos, eran la voz autorizada para reclamar por la desatención vial, junto a gremios como el de la Construcción, y aun el que agrupa a los sectores empresariales.

Ni qué decir la voz de las Universidades, y de organizaciones sociales y políticas (no los “movimientillos” de ahora) que no miraban el alcance de sus sombras en sus propios espejos, sino el interés colectivo.

Cuando el poder central venía a Cuenca sabía lo que le esperaba. Y por eso venía. Sabía que con valentía, sin caer en la provocación, se le iba a reclamar porque la ciudad, más allá del slogan de “tercera ciudad”, es parte del país, aporta al erario nacional, y merece que no se la trate mirándola por debajo de los hombros.

La voz de Cuenca retumbaba en el escenario nacional; pero desde hace 15 años como que la ciudad está en un pantano, en el que reina la calma, la desidia, el acomodo. Es hora, por lo tanto, de recuperar ese liderazgo. Y para comenzar a hacerlo, Cuenca, así misma debe decirse, ¿qué nos pasa? ¿Por qué callamos? ¿Por qué nos dejamos…? (O)