El arte del trabajo con el cuero se mantiene vivo

La seriedad y el talento, definen a Miguel Andrade, quien desde hace más de 20 años se dedica a la talabartería en Cuenca. XCA

La talabartería es un oficio que se resiste a desaparecer. Pese a que con el paso de los años la producción de productos elaborados a base de la piel de animales ha disminuido, Miguel Ángel Andrade, de 42 años, cada día hace que esta tradición familiar no desparezca.

Su trabajo de calidad, y la recomendación de sus amigos, le han hecho uno de los más reconocidos en la ciudad dentro de este trabajo. 

Su local se ubica en las calles Presidente Córdova y Tarqui. En medio del ruido de buses y más vehículos que pasan por este sector céntrico de Cuenca, Andrade atiende a sus clientes, que llegan con varios pedidos, pues considera que en la ciudad su labor no para, ya que el deporte ecuestre ha tomado fuerza en Azuay.

“Esto es el arte de trabajar en diversos artículos de cuero o guarniciones para caballería. Llevo 27 años en este oficio. Dicen que el trabajo ha bajado, pero ese no es mi caso. Acá hacemos de todo, hay que modernizarse, pero todo se hace a mano”, comenta   mientras cose una base de una montura ‘Galapagos’.

Tradición familiar

Actualmente, más que ser un negocio es toda una tradición familiar, señala “Miguelito” –como lo llaman sus amigos-, hijo de uno los precursores de la talabartería, quien no solo heredó su talento, también el amor a este arte.

“Mi padre, Miguel Andrade, de 70 años, y mi abuelo Jacinto iniciaron en este trabajo. Ellos me contaban que en este sector había más de doce locales. Hoy en día quedo solo yo. Inicié en la talabartería a los 12 años; a mí me tomó más de seis años hacer una montura. A esto hay que tenerle cariño”, dice el talabartero cuencano.

Un cuchillo para cuero, clavos, martillo, playos, tenazas, yunques para remachar y estribos, son sus principales herramientas para elaborar piezas de cuero.

El corte de cuero sobre una mesa de madera, es la actividad habitual del talabartero cuencano.
 

Con sus más de dos décadas de experiencia, Miguel Ángel Andrade comenta que han sido los mismos clientes que los ayudan a innovar y cada día a crear más objetos a base de cuero de vaca produciendo actualmente cintos, sillas de montar, bolsas, carrilleras y zamarros.

“Miguelito” asegura que estos productos “no pasan de moda”por su durabilidad, ya que en su mayoría es asociado con la vida de campo, aunque también hay estilos casuales e incluso personalizados, con grabados y hasta nombres.

“Soy el último de la generación; no soy egoísta con mi trabajo, pero no me gusta enseñar. Sin embargo, siempre estoy dispuesto a dar consejos a las personas que quieren involucrarse en esta actividad. Los trabajos en piel son poco conocidos, pero nosotros mantenemos viva esta tradición. Ojalá que la gente valore más la talabartería”.  

Marcini

Escuchar el nombre de Freddy Cajamarca lleva a la mente los mejores modelos en prendas de cuero.

El oriundo de la parroquia La Asunción, cantón Girón, comenta que su pasión por la marroquinería inició en 1992 gracias a un taller dictado por un instituto alemán. No obstante, en ese entonces sus primeros pasos fueron en la peletería.

Luego de recorrer un gran camino de enseñanzas y al mismo tiempo ser empleado, su dedicación y el esfuerzo de emprender dieron sus frutos.

En 1998, con 24 años, abre su propio negocio ubicado en el centro de Cuenca: Marcini, una tienda reconocida por sus diseños en prendas de cuero o material sintético como chaquetas, cinturones, billeteras, calzado y carteras.

Freddy Cajamarca, reconocido artesano azuayo, durante la elaboración de un producto con la máquina de coser.

“La marca se dio gracias a una profesora internacional, quien recomendó que traduzca mi nombre Marcelo al italiano”, recuerda el artesano de 52 años.

Con la mentalidad de siempre innovar sus diseños y crecer profesionalmente, en 2009 Cajamarca se decide ingresar a la Universidad del Azuay, para involucrarse en la Escuela de Diseño Textil y Modas. “Mi esposa, Cumandá Espinoza, quien ahora es ingeniera en marketing, me ayudó a tomar esta decisión. Mi gran proyecto siempre fue tener estudios de tercer nivel”.

En el 2014 alcanzó su título profesional y gracias a su pasión por la marroquinería, este artesano combinó sus diseños con los negocios.

De la misma manera su formación académica motivó para incursionar con otras técnicas para llegar a más clientes. Su trabajo empírico cambió por la producción de nuevas líneas de productos. y eso permitió para llegar a empresas y tener una marca corporativa. Siempre avanza bajo el signo de los tiempos.

Actualmente, sus creaciones se mezclan con lo histórico del cuero y con las corrientes actuales, sin abandonar su esencia artesanal. Para esto utiliza materiales con identidad propia como: ‘cuerinas’, cuero sintético, paja toquilla, mantas de Saraguro, mantas de Cañar, macanas de Gualaceo, además, resalta sus nuevas innovaciones con totora y cascaras de coco.

 “Nosotros producimos desde una billetera hasta una maleta. En la vestimenta en cuero, siempre nos acoplamos con los pedidos de los clientes; a veces, ellos se transforman en diseñadores (sonríe). Nunca me conformé en trabajar ocho horas; en mis inicios trabajaba más de 15 horas, de domingo a domingo, y ahora me siento orgulloso de haber creado una marca que es reconocida. Me identifico como artesano”, dice el creador de ‘Marcini’.

Mano de obra

Ambos artesanos coinciden en que la mejor forma de mostrar sus diseños es manteniendo la tradición. A pesar de que sus confecciones han cambiado con los tiempos, la mano de obra siempre será su mayor carta de presentación para estar dentro del mercado.

En el caso de Miguel Andrade (hijo) es uno de los pocos o por no decir el único que se encuentra vigente dentro de esta actividad en la ciudad; su jornada de trabajo dura más de 12 horas y su objetivo es que este oficio no se pierda.

De igual manera con Freddy Cajamarca, quien tiene como meta extenderse a nivel internacional y que sus creaciones destaquen a la identidad que tiene la provincia y la ciudad. (F).

Antes de crear algún producto, cada diseño es revisado con cautela y exactitud.