Adviento para la pausa

Gonzalo Clavijo Campos

El ritmo diario que imponemos los padres a nuestros hijos es a velocidad de vértigo. Luego del horario de clase, a toda prisa, sin terminar el almuerzo, con la lengua afuera, los llevamos al inglés-extra, baloncesto, fútbol, coro, piano. Parece que queremos devorar el tiempo entero, sin dejar una miguita de ese tesoro simplemente para jugar, reír, leer, dialogar y disfrutar cada momento.

El escritor y catedrático español José Luis Rozalén Medina, conocedor de esta problemática actual nos advierte que, si no remediamos a tiempo, estos jóvenes no sabrán gozar de cada momento, de la cotidianidad, del calor del hogar, de la pausa necesaria para saber vivir con equilibrio y buen sentido, y marcharán por la vida queriéndolo todo y ahora, sin entender que todo en la vida requiere un tiempo: para trabajar y descansar, dormir y despertar, sufrir y gozar, aprender y olvidar.

Por ello este mes de diciembre, período de adviento y navidad es un tiempo oportuno para bajar el ritmo a este trajín, para reírnos, para descansar, para amar, para perdonar y pedir perdón. Recordando que el tiempo no se detiene, que la vida se nos puede ir en cualquier momento y los seres que amamos, tampoco duran por siempre.

La palabra adviento, significa ¡llegada! e indica el espíritu de vigilia y preparación con que los cristianos deben vivir este hermoso tiempo en la espera del Salvador. ¡Preparen el camino del Señor, rellénense todas las quebradas y barrancos, aplánense todos los cerros y colinas; los caminos torcidos serán enderezados!, nos dice el Profeta Isaías. Por cierto “aplanar cerros y colinas” significa rebajar la altura de nuestro orgullo, soberbia, engreimiento, autosuficiencia, arrogancia, ira e impaciencia.

«Deja un momento tus ocupaciones habituales, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Aleja las preocupaciones agobiantes. Atiende un poco a Dios y descansa en él. Entra en lo íntimo de tu alma y cerrada la puerta, búscalo. Di con todas tus fuerzas: tu rostro busco Señor». Es la exhortación pronunciada por San Anselmo hace más de un milenio, con plena validez para hoy. (O)