Solidaridad navideña

Si por naturaleza somos sociales y nuestras vidas se desarrollan mediante relaciones de diversa índole con los otros, las actitudes emotivas de las personas son diferentes y se puede, en términos generales, hablar de positivas o negativas. En este inevitable tipo de vinculación, de alguna manera se solidarizan o contraponen intereses individuales y sociales, el predominio de una de las cuales puede generar actitudes positivas o negativas según, en términos generales, predomine el bienestar individual o el colectivo con una visión unilateral de la realidad. Si prima el egoísmo individualista, se tiende a considerar a los otros, objeto de explotación, al margen de su bienestar o penuria.

Si es que tiene más peso el bienestar colectivo, los otros son objeto de proyección vital, en cuanto el bien común tiende a disminuir las diferencias, sobre todo económicas, excesivas y generar oportunidades constructivas para todos los integrantes de la sociedad. En este caso tiene suficiente peso la solidaridad que no es otra cosa que el especial interés en el comportamiento del bienestar de todos los integrantes sobre el egoísmo individualista. Si predomina la solidaridad en el entorno cultural se logra que el bienestar individual se robustezca, ya que el bienestar colectivo es esencial para la felicidad personal.

La temporada navideña se caracteriza por un predominio de la solidaridad en la relación con los demás como una actitud, al margen de acciones reales. La esencia del cristianismo es el amor a los demás que contradice al egoísmo personalista, En diversos grados, todos consideran que hay que hacer algo por el bienestar de los demás y contribuir “aunque sea con un granito de arena” a la felicidad de los otros. El hecho de que la agresividad pase a segundo plano es ya un paso positivo para la felicidad colectiva. Lo ideal sería que este espíritu navideño se prolongue a lo largo de la vida.