Bello paisaje

Nicanor Merchán Luco

El día sábado 1 de enero de este nuevo año amanecí en Tres Cruces; la madrugada valió la pena, al norte el cerro Paragüillas de 4.450 metros, al sur el cerro de Cajas al que le acompaña el cerro Amarillo, al este un paisaje interminable que domina gran parte de El Cajas, al fondo se destaca el cerro sagrado del Ávila Huayco y el cerro Padre Urco y un montón de lagunas pequeñas que empiezan a brillar como espejos, al occidente el filo de Quita Huayco, la Hoya de las Pampeadas, cerro Negro, el filo Cerco de Piedra, el Padre Machay.

Hace mucho frío, todavía está oscuro, al fondo hacia el oriente empieza a brillar el sol; de pronto, todo se ilumina es un sol brillante que pega primero a la cumbre de las montañas, no hay nadie sólo la presencia espiritual de mis amigos Wilson Serrano y Galo Carrión, los que habitan para siempre en esos lugares. A poco las lagunas se encantan, comienzan a brillar como diamantes, a mi izquierda se acerca una venada, me ve y no se inmuta y pasa tranquila por el sendero del Paragüillas, el sol comienza a calentar y las fotos no paran.

Es hora de meditar en compañía de la naturaleza y más tarde ya casi cerca de regresar, como premio, al fondo atraviesa el sendero un precioso zorro con su cola encrespada y una curiquinga o quizá un gavilán nos observa desde muy arriba. Entonces me puse a pensar que la humanidad a lo largo de la historia ha encontrado la felicidad junto a la naturaleza, junto a la belleza del paisaje que observamos, claro la felicidad es subjetiva, pero frente a la maravilla del paisaje creo que todos reaccionamos y difícilmente se puede sentir insatisfacción. De forma universal la felicidad y la paz se pueden encontrar en la naturaleza. Ese día El Cajas obsequió un esplendoroso amanecer. (O)