Vialidad azuaya, una quimera

Eduardo Sánchez Sánchez


Existe en el mundo un invento maravilloso como es el automóvil, fue el 29 de enero de 1886, cuando Carl Benz patentó su vehículo con motor de gasolina, en Mannheim (Alemania). Esto transformó la movilidad de los seres humanos y el mundo se transportó sobre ruedas y por carreteros diseñados por una tecnología que inició a pico y pala hasta los modernos tractores e ingeniería especializada, que construye túneles, monta puentes, acorta distancias, brinda seguridad a los usuarios y de manera masiva, apoya el abastecimiento y las compras locales e internacionales, en pocas palabras mueve todo.

Existen señaléticas especializadas y con codificación internacional que facilitan a los conductores el acceder a un determinado lugar, en el tiempo más corto, ahorrando combustible y cinetiza la economía del mundo.

En el norte ecuatoriano, pueblos de pequeño tamaño y reducida población, poseen vialidad asfaltada, señalética moderna. Y vale destacar las grandes avenidas de 6 carriles que permiten la fluidez alrededor de la Ciudad Capital, de Guayaquil, del puerto de Manta, valles alrededor de la Ciudad de Quito, entornos fronterizos de las Provincias de El Oro o Carchi. Bien, por todos esos lugares de la geografía nacional, que son atendidos con cierta eficiencia y consideración en base a sus necesidades y aporte con el erario nacional.

Para Cuenca y el Azuay, (pese a ser la tercera provincia en pago de impuestos) vivimos un abandono lacerante que castiga diariamente todas las actividades; tiempos, seguridad en la transportación de vidas humanas, costos, destrucción vehicular, ausencia de turismo, generación de un aislamiento característico casi apoyado por la ausencia de autoridades que defiendan los intereses locales, más allá de pugnas intestinas, aún 200 años más tarde de la Batalla de Pichincha, nuestra vialidad es una quimera. (O)