Las trece rosas

Juan F. Castanier Muñoz

A pocos meses del triunfo del franquismo en la guerra civil española, un comandante de la guardia civil, su hija de 16 años y su chofer murieron en un atentado terrorista. El gobierno entonces decidió que había que dar un escarmiento a las fuerzas de la oposición, que buscaban reagruparse, y detuvo a 56 personas, 43 hombres y 13 mujeres, la gran mayoría de ellos muy jóvenes y presuntos miembros de la JSU, Juventud Socialista Unificada. Entre los hombres había un muchacho de 14 años y entre las mujeres, algunas menores de edad. Las juzgó de modo sumarísimo y, sin pruebas concretas, y el 5 de agosto de 1939 fueron fusiladas las 56 personas en el cementerio de la Almudena, en Madrid. Como era de esperarse, el hecho provocó furibundas y justificadas críticas a nivel internacional. Desde aquella época, a las jóvenes asesinadas se les conoce como “las trece rosas”.

He recordado este denigrante hecho con ocasión de las últimas elecciones en Nicaragua y Venezuela. En abril del 2018 se produjeron masivas movilizaciones en Nicaragua con motivo de reformas a la seguridad social propuestas por el gobierno, las manifestaciones duraron meses y produjeron alrededor de 400 muertos y cerca de un  millar de detenidos. Durante la última campaña electoral presidencial, Ortega hizo detener a cerca de 40 líderes opositores, entre ellos a siete posibles candidatos presidenciales, convirtiendo a su propia reelección en un verdadero fiasco que solamente ha sido reconocida por países como Corea del Norte, China, Rusia e Irán, en donde los derechos humanos son una pieza de museo.

En abril del 2019, se sucedieron movilizaciones contra el gobierno del gorilón Maduro, manifestaciones que fueron reprimidas sin contemplaciones por la fuerza pública y grupos civiles armados por el gobierno. Resultado: 40 muertos y 400 detenidos. En las últimas elecciones seccionales, como era de esperarse, volvió a ganar el oficialismo, “adalid”, junto a la dictadura nicaragüense, del irrespeto a las leyes, del control de los poderes y del pisoteo a los derechos humanos. ¡Y pensar que hay quienes defienden a este par de especímenes!  (O)