Manuel Tarqui L.

Eduardo Sánchez Sánchez

Fue un privilegio el asistir al Museo de Pumapungo del Ministerio de Cultura y Patrimonio, en compañía del Artista, para realizar una visita ilustrada y saboreada con quien, a través de sus pinceles, nos brinda una cascada de cromación, formas, luces, vida, identidad y alegría en una muestra pictórica de altos quilates, que habla de un proceso evolutivo de Manuel Tarqui. Propietario de una identidad valorada, su pincel está presente en nuestras casas, también salió de Cuenca y en muchas ocasiones voló a lejanos países, lo cual, es el fruto que la apreciación que con justicia se ha asignado a la personalidad de quien silenciosamente trabaja en su taller con verdadera vocación, en donde además de los materiales están los libros y la cultura, que satisfacen la constante sed que atrapa a Tarqui, por entender la filosofía, la personalidad y estilo de los grandes Maestros que, obviamente, influyen en el accionar, en la madurez, en la formación de quien ama la pintura, transmitida en cada pincelada, en cada ángulo, en cada color, en cada chispa de su vasta obra perennizada en la retina del  público.

Cuán importante es mirar la muestra para percibir y apreciar lo hecho por el Maestro, en esa Cuenca fotogénica de Tarqui, con cúpulas y cruces, regada por ríos identitarios de una Cuenca fluminense enlazada por los “Puentes de Cuenca” diría el Ing. Raúl Carrasco Z., contando viejas historias de una urbe única con personalidad, con cualidades morlacas, con bondades que deben ser protegidas por sus hijos.

El Artista desde sus 15 años, buscó descubrir sus aptitudes que lo condujeron a alcanzar estudios universitarios y un constante proceso de enriquecer su capacidad en base a lectura, cursos, aprendizaje, cambios que hablan de maduración y perfeccionamiento, sin perder la originalidad que le presentan en los escenarios como TARQUI, una firma prestigiosa. (O)