¿Dónde estás?

Aurelio Maldonado Aguilar

El contagio es pavoroso. Atravesamos una verdadera pandemia con una nueva cepa viral que se cola a nuestros cuerpos a pesar de que tomamos todas las precauciones y consejos que nos apabullan desde diferentes frentes de organismos de control y redes sociales. El saber de grupos grandes y familias enteras y numerosas contaminadas en su totalidad, asombra. Los síntomas y signos del contagio son diferentes en los diferentes organismos que los sufren, razón por la cual se camufla fácilmente dentro de síntomas orofaríngeos y respiratorios y llegando a malestares diarreicos y abdominales. La tal mascarilla, artefacto odioso que viene siendo la muestra del aislamiento y el rechazo humano más lamentable, es omnipresente incluso en niños pequeñitos que la usan sin entender, pero obligados. ¿dónde está el virus? ¿En qué momento nos contagiamos muy a pesar del baño de alcohol abundante de manos y objetos? ¿Qué hora logra franquear el distanciamiento y las dos mascarillas el intruso? Imposible determinarlo, pero observo como médico, que tenemos miles o ciento de miles incluso de contagiados, pero no existen muchos casos graves de cuidados intensivos, excepto los no vacunados o los de inmunidad deficiente. Si me piden consejo, les diré que no estoy seguro de dar el que corresponda, más creo que llegó el momento de tomar el manejo de la pandemia con otros criterios, en el sentido de seguir completando las vacunaciones que sin lugar a dudas nos salvaron de la muerte a muchísimos, pero rebajar cuidados y distanciamientos, pues el contagio de la cepa ómicron ya no se comporta como mortal y muchas veces pasa incluso inadvertido, de tal manera que lograr mejorar los parámetros inmunitarios y hacer que se cultiven anticuerpos defensores, debe ser ahora la meta. Cambiar el criterio de inmunización vacunal, por inmunidad natural. Muchos ejemplos médicos históricos tenemos como cuando confirmamos que alguna vez sufrimos todos una primoinfección tuberculosa y no fuimos tuberculosos al tener una coraza defensiva magnifica de nuestro sistema inmunológico. Me rebelo de seguir arruinando nuestras vidas y libertades. Me sublevo, tal vez irresponsable y torpemente, de seguir proscribiendo el abrazo y el beso. Me sofoco al no poder viajar, reunirme y cantar las libertades. La cárcel impuesta por el virus, debe ser derruida en beneficio de defensas orgánicas propias del hombre y descubrir que arma y cómo, será el fin, viniendo el misil salvador desde nuestra sangre y defensas, la que termine esta pesadilla. (O)