Aires de rockstar

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Mucho ha dado que hablar la deportación del tenista número uno del mundo, Novak Djokovic, de Australia. Aquí van unos datos que pueden ayudarnos a entender mejor lo sucedido, y el porqué no pudo defender su título en el Open de Australia. Él serbio no quiere vacunarse. Después de ver toda la evidencia publicada, me parece una estupidez que no lo haga, pero eso no le quita su derecho de no hacerlo. Y es aquí donde muchos libertarios se confunden. Desde ningún punto de vista es sensata la idea de que la libertad de alguien esté por encima de una norma. Guste o no, el ejercicio de las libertades implica la aceptación de las consecuencias de lo que se haga.

No hay nada más patético que pensar que por ser el gran tenista, pueda ignorar reglas a su antojo. Djokovic aseveró que no visitó otro país quince días previos a su arribo a Australia. Mintió, estuvo en España. Eso, por sí solo, justificaba una medida del gobierno en su contra, además de las normas sanitarias que estaba infringiendo. Si se rebela contra una ley que no le parece, es de locos esperar que los australianos lo aplaudan sólo porque es un rock-star del tenis. Si tiene las agallas para obviar ciertas reglas, también las debe tener para asumir las consecuencias. Djokovic quiere ser libre como un izquierdista, y ser tratado como un capitalista. 

Si después de toda la evidencia médica insiste en mantener su postura suicida de no vacunarse, es su vida. Pero no pretenda que un gobierno le haga reverencias luego de irrespetar sus disposiciones. Ser independiente supone aceptar los efectos de sus decisiones, y sobre todo, entender que el mundo no gira a su alrededor. Si tiene dudas, debería leer la teoría heliocéntrica de Copérnico. Es muy ilustrativa…

Todo se resume a esto: si quieren ir a un país musulmán con una mujer, ésta tiene que usar velo de acuerdo a sus leyes. ¿No les gusta? No vayan. O van a desafiar sus leyes por no someterse. ¿Quieren ir a África? Tienen que vacunarse contra la fiebre amarilla. No quieren inocularse, no vayan. Así de sencillo. Por lo pronto, Francia le negó la entrada al país para que participe en el Roland Garros luego de que el Parlamento adoptara el proyecto de ley que impondrá un certificado de vacunación para varias actividades, incluyendo los espectáculos deportivos. Sus aires de rockstar, le están pasando factura… (O)