El crimen que marcó para siempre la libertad de prensa argentina

Una foto del empresario más esquivo y poderoso de Argentina, Alfredo Yabrán, recorrió en el verano de 1996 las portadas de todos los diarios y revistas del país. Meses después, el autor de esa instantánea, el reportero gráfico José Luis Cabezas, fue secuestrado y asesinado y su cadáver calcinado, un hecho del que se cumplen 25 años y que se considera como el ataque más grave a la libertad de expresión desde la vuelta a la democracia.

El 25 de enero de 1997, la radio aprovechó el medio tiempo de un partido de fútbol para anunciar que se había encontrado calcinado el cuerpo de un fotógrafo de la revista Noticias. Así se enteró Gladys Cabezas, hermana de la víctima.

“Tratamos de conseguir un teléfono y una furgoneta para desarmar nuestras vacaciones e ir a Buenos Aires, allí nos enteramos qué había pasado realmente”, relata a Efe.

El flash informativo no especificaba que encontraron a José Luis esposado y con dos tiros en el cráneo, pero sugería que podía haber sido un accidente automovilístico.

“A partir de ese momento empezamos la lucha judicial: recorrer juzgados, hablar con jueces y fiscales, y por momentos no entender nada”, comenta.

Un año atrás, en el verano de 1996, el fotógrafo recorría con su lente las playas de Pinamar, en la provincia de Buenos Aires. Su misión era captar por primera vez el rostro del escurridizo empresario Yabrán, que venía siendo presentado en los medios como un “testaferro del poder”.

El empresario había sido señalado públicamente por el exministro de Economía Domingo Cavallo de ser “el jefe de una organización mafiosa con protección política y judicial”, que mediante sus compañías “lavaba dinero del tráfico de armas y el narcotráfico”.

Tras semanas a la caza, Cabezas divisó a Yabrán sentado en la playa con su mujer, disfrutando del anonimato que había construido durante años.

Para distraer a los custodios armados, atentos a cualquier movimiento “extraño” cerca de su patrón, José Luis simuló fotografiar frente al mar a su colega, el periodista Gabriel Michi, y a la pareja de éste.

Pero, en realidad, la cámara apuntaba contra su verdadero objetivo: el disparo capturó a Yabrán y la historia del periodismo argentino cambió para siempre.

CRIMEN Y CASTIGO

Por hacer su trabajo, Cabezas comenzó a recibir amenazas telefónicas: ‘gente de Yabrán’ buscaba saber cuándo y dónde se alojaría el siguiente verano.

El reportero y su periodista amigo regresaron durante esa nueva temporada vacacional con el objetivo de entrevistar al empresario, en ese momento ya el más conocido del país.

Según la investigación judicial, el exmilitar y jefe de seguridad de Yabrán Gregorio Ríos fue quien dio la orden de secuestrar a Cabezas. Una tarea llevada a cabo por un grupo de policías junto a delincuentes comunes.

La noche del 25 de enero de 1997, los secuestradores tomaron por sorpresa al fotógrafo y, a punta de pistola, lo llevaron en un auto hasta una cava al costado de un camino, cerca de la ciudad de General Madariaga.

Los secuestradores lo golpearon y el policía Gustavo Prellezo disparó dos veces contra Cabezas. Tras esposar el cadáver, sentaron el cuerpo dentro del vehículo y le prendieron fuego. “A José Luis lo mataron por unas fotos, de eso no tengo dudas”, asevera su hermana.

Tendrían que pasar tres años para que el Poder Judicial reuniera pruebas suficientes y dictaminara una orden de arresto contra Yabrán como presunto autor intelectual. Pero el empresario, acorralado por la Policía, se disparó en la boca con una escopeta.

Los implicados fueron condenados a reclusión perpetua, aunque ninguno sigue en la cárcel.

“Todos los asesinos de mi hermano están libres y algunos ni siquiera cumplieron 13 años de los 25 años de condena que les dieron”, reclama Gladys.

ATAQUE A LA PRENSA

El homicidio conmocionó a los trabajadores de prensa, que acompañados por el resto de la sociedad y hartos de la impunidad, tomaron por asalto las calles al grito de “justicia”.

La fotoperiodista y presidenta de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina, Eva Cabrera, sostiene entre sus manos un volante que reza “no se olviden de Cabezas”, y detrás puede leerse “la impunidad es un crimen y será la condena de la Argentina”.

“En cada nota que salíamos hacer íbamos con esto colgado de nuestro pecho junto a un colgante negro en señal de luto y nuestras cámaras como pedido de Justicia”, señala a Efe.

“Cabezas le pone cara a un empresario que decía: ‘Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente. Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía’”, recuerda.

Cabrera remarca que «lo fundamental fue exigir Justicia y nunca más tener un fotoperiodista o periodista asesinado» y destaca que los homenajes sirven cada año para recordar e interpelar a las nuevas generaciones.

Cabezas se convirtió en un símbolo de lucha por la libertad de expresión y el mantra se repetirá por siempre: “No se olviden de Cabezas”. EFE