Los bichitos de luz

Tito Astudillo y A.

 “Dando y dando pajarito volando”, como decía mi amiga poeta. Lo ofrecido se cumple. Después de leerles el cuento “Los bichitos de luz” de Oswaldo Encalada Vázquez, ofrecí a mis nietos, llevarles a una danza de luciérnagas en nuestro río monte bosque en Jadán, -trato hecho- dijeron en coro y este domingo, al caer la noche, descendimos a su orilla y disfrutamos, con asombro y no menos candidez, de una función de intermitencias de luz de, estos prodigios de la naturaleza, las luciérnagas.

Entre sombras de árboles, farallones, grandes rocas y sutiles espejos, con el susurro de la corriente deslizándose, como fondo sonoro a la inmensa negrura de la noche, de pronto puntitos de luz intermitentes comienzan a tomarse el entorno en todas las direcciones posibles que nos tienen girando la cabeza como autómatas; son como ráfagas que explotan de esplendor, se apagan y reaparecen en otro y otros esplendores, en cortos intervalos y a la altura de los ojos, una danza frenética, mientras abajo estáticos puntito de luz se anuncian episódicamente que es casi imposible localizarlos y el ambiente se vuelve de luz en correspondencia, el fluir cósmico, como es arriba es abajo, pienso. Pasado el estupor y el embeleso, de regreso y al calor de la fogata, explico a mis nietos que hemos asistido al cortejo amoroso de las luciérnagas (bioluminiscencia producida por la oxidación de luciferina en presencia de luciferasa); ellos desde arriba anunciándose con sus mejores galas luminosas y ellas abajo correspondiendo con sus mejores destellos de luz.

Y volvemos a la fuente de todo este milagro, el cuento “Los bichitos de Luz” de Oswaldo Encalada Vázquez, de su libro “La Casita de  Nuez”, cuya lectura permite muchas posibilidades didácticas y formativas, despertar vocaciones como pintura, escritura, dramatización, ambientalistas etc., pero sobre todo, la iniciación de la lectura a temprana edad, el amor al libro y el diálogo familiar, tan necesarios en tiempos de “celularización” global. (O)