Ver la Diferencia

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Vale. La idea no es ponerme pesado y menos aún en plan de “es que en mis tiempos…” para empezar a despotricar contra la manía de los teléfonos celulares. Lo considero una batalla perdida. No digo con esto que no apene mirarnos pasar las horas, absortos en la pantallita mientras nos auto excluimos del mundo que nos rodea; que hayamos reemplazado la realidad tangible, el saludo del vecino, el paisaje sencillo de un portal o el río en la mañana; por una realidad paralela que ocurre dentro de un teléfono móvil. No voy a atacar por allí esta vez. El problema ya se ha salido de las manos y, como decía, la batalla parece perdida. Sin embargo, ya que vamos a pasar todo en esas todo el día, al menos busquemos ilustrarnos mientras lo hacemos. Discriminar, si fuera posible, los contenidos a los que accedemos, pues nadie más, por un elemental sentido de libertad de expresión, lo hará por nosotros.

Piénsenlo así. ¿Cuál es el primer acto reflejo al despertar por la mañana? Pues usualmente será el encender el teléfono para ver que pasó. Es nuestra forma de reconectarnos con el mundo, y está bien. La generación anterior lo hacía encendiendo el televisor, así que no hay mucho allí que criticar. El problema es con lo que nos encontramos: información no contrastada y casi siempre tendenciosa; publicidad; noticias falsas; intromisiones a la intimidad; violencia sin filtro y esa crítica mal sana que puebla la política desde que se puede hacer desde la cobardía del anonimato que proveen las cuentas con nombres falsos. Todo ambientando con una canción tipo Bad Bunny: “…tu eres mi Antonella, si no es contigo, pues que sea con tu gemela…”. Métrica perfecta. Poesía pura.

Ya, de acuerdo. También es cierto que hay en las redes muchísimo contenido valioso. Enseñanzas, música, arte, humor, grandes talentos que de otra forma no conoceríamos y sobre todo información, noticias, el pulso de los acontecimientos del mundo. Es verdad. Sin embargo, la línea que divide lo uno de lo otro es, con frecuencia, difusa. La pregunta entonces es sencilla: ¿Tenemos, como sociedad, las herramientas para separar el grano de la paja? ¿Estamos listos para ver la diferencia…? (O)