Ser presidente, triunfo y caída

Roberto Vivar Reinoso

Triunfo y caída son dos momentos que muchos líderes afrontan cada vez con mayor frecuencia en sus vidas. Quiero referirme ahora a los políticos que llegaron a dirigir su país, desde la jefatura de Estado.

Ecuador tuvo nueve entre 1996 y 2006. Tres elegidos en las urnas luego derrocados (Bucaram, Mahuad, Gutiérrez); cuatro que les sucedieron (Arteaga, Alarcón, Noboa, Palacio); dos efímeros triunviratos. Excepto estos últimos, Arteaga y Palacio, los restantes afrontaron procesos judiciales, destierro, cárcel.

Viene luego Rafael Correa, hasta el 2007, cuando le sucede su coideario Lenin Moreno, que inmediatamente se desmarca de la “revolución ciudadana”, contra cuyos líderes emprende una persecución implacable. Ahora está fuera.  

A nivel continental, el ejemplo más dramático de triunfo y caída presidencial, es Perú: Alan García se suicidó antes que ser apresado; Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala fueron a prisión; Pedro Pablo Kuczinsky renunció para no complicarse por las acusaciones en su contra.

Al brasileño Lula da Silva le encarcelaron bloqueándole una segura reelección, aunque ahora está libre. En Bolivia, fue descalificado el triunfo de Evo Morales en las urnas, le llovieron los juicios obligándole a fugarse; sin embargo, su partido pronto captó el poder y encarceló a la sucesora, Jeannine Añez. En Argentina, Macri le complicó con 14 juicios a su antecesora Cristiana Kirchner. El caso más reciente en Honduras, donde la flamante mandataria, Iomara Castro, llamó dictador corrupto a quien le precedió, Juan Orlando Hernández.

Lo preocupante es que muchas acusaciones resultan a la postre infundadas, por lo cual, la mayoría de los personajes mencionados se encuentran libres, mientras a Rafael Correa, por ejemplo, la Interpol se niega a capturarlo. (O)