Orientaciones del amor

Es evidente que la capacidad de razonar influye plenamente en el comportamiento humano, a diferencia de los demás integrantes del reino animal, pero parte de nuestra condición la conforman las emociones que, en su múltiple variedad, pesan con mucha fuerza en nuestra relación con las demás personas y el entorno natural en el que se desarrollan nuestras vidas. La adhesión o rechazo son fundamentales con el placer o repudio de nuestra conducta. Razón y emociones no se contraponen; lo importante es lograr un equilibrio que dinamice lo que en la mente decidimos.

La emoción más apreciada y valorada es el amor y la más repudiada, su contraposición, el odio; el amor tiene varias orientaciones y no se limita al romántico vinculado al instinto sexual como destaca nuestra cultura. El DRAE define a esta emoción como “Sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno”. El mensaje fundamental del cristianismo es: “Ama al prójimo como a ti mismo”, en el sentido de que, en las relaciones con los demás, debe primar esta actitud. En nuestros días, con la importancia que ha adquirido la ecología, se promociona la intensificación del amor a la naturaleza ante el proceso de destrucción que el uso irresponsable de la tecnología realiza.

El amor no se limita a sentir, es fundamental que se traslade a acciones. Vivir no es sólo pensar, vivir es actuar y tomar decisiones que van más allá del bienestar personal, considerando que, de una manera u otra, las demás personas son parte de nuestras existencias. El amor, si se reduce al propio individuo se convierte en uno de los vicios que tanto daño ha hecho a la sociedad: el egoísmo, que consiste en servirse de los demás para mis ambiciones. Si realmente se ama al prójimo hay que desprenderse de preferencias personales para lograr el bienestar colectivo. Amar no es sólo recibir; es dar, lo que conlleva renuncias para lograr el bienestar colectivo.