De lluvias y de locos

Leonar Durán

Así anda Cuenca. Así anda el Azuay. Así anda el país.

Cuenca, de un día para otro anochece y amanece con un aluvión que saca los cueros al sol, comenzado por la falta de planificación del territorio. Al igual que en Quito, de creer que Dios no permite que crezcan y se desborden quebradas, ríos; que se vengan encima lomas, cerros, arrastrando consigo viviendas, animales, árboles, piedras, lodo, y, lo más doloroso, vidas humanas.

Cada vez se desborda el Yanuncay, el Tomebamba. Ahora, y con más fuerza el Tarqui. Los daños que causan son la noticia del día, el dolor de cabeza del momento, el yo sí dije, el yo sí advertí, el finando sí dejó escribiendo, el cura sí dijo que su conjuro tenía fecha de caducidad. En fin…

Ahora, en Sayausí ha pasado lo que ha pasado. Una lección más de la mama naturaleza. Se escucha de todo; todos se lamentan; unos aprovechan para darse una “girita” de medios; otros para parecerse a Santa Teresa de Calcuta; los medios medio medios se lucen transmitiendo en vivo en busca de seguidores, de más links, de ser tendencia, de aumentar su número de fans.

Bueno, siquiera por eso seremos parte de un “noticiero nacional”. Pero mañana, pasado, pasado mañana, eso ya será historia. En fin…

En Azuay, como que San Pedro la ha escogido para acampar con todo su arsenal de lluvias. A ratos abre toda la llave y se olvida, o sale a buscar su gallo.

En la vía Cuenca-Girón-Pasaje, este fin de semana ya no se circulaba sobre el poco asfalto que queda, sino sobre “ríos de agua”, haciendo malabares ante derrumbes de toda magnitud, y todavía así, unos dizque “patas brava” rebasando. Han desaparecido cunetas y atarjeas.

Ah, “válgame Dios mío”, los hundimientos recién curados, los más por fallas geológicas, se han hundido más. Ganas no faltan de cruzarlos amarcando los vehículos. Lastimita de tanto dinero y para casi nada. Dirán que “se ha muerto en el intento”. En fin…

¿Y Ecuador? Ah, Ecuador: país chiquito pero un infiernillo. Aquí, unos cuantos dueños de partidos y movimientos hasta quieren imponer nuevos límites a la república según sus ambiciones, su capacidad de mangonear, de joder; marcan sus territorios cual felinos, no con orines, sino con saliva y aceite, y ya sabe para qué.

País chiquito pero casi, casi un manicomio, no de locos por su supuesto, que se merecen nuestro respeto, sino de locos por el poder, cuya tascada la buscan a sol y sombra. (O)