Orquesta Sinfónica de Cuenca

Edgar Pesántez Torres

En un sitio espigado y alejado de la urbe, Chictarrumi, al que puse de mote El Palte, recordando la morada de las aves que trinan en los crepúsculos, vivía mi hermano Luis Mario con su guitarra. Amigos, principalmente de la música y las letras, lo visitaban, entre ellos: Segundo Bautista, Washington Avilés, Raúl Pesántez (de otra progenie), Joel Alvarado, el compositor y poeta Rigoberto Cordero y León, al que conocí con bastón y gorra, de ojos quietos y agudos, de conversación anemia y sabia… aún cantaba.

El trovador cuencano loaba así a la música: “Divina maravilla triste de la Música que consuelas de tal manera… yo te rindo mi homenaje de lágrimas, llegando también desde la nostalgia, desde el desamor, desde las moradas de tedio, desde el vértigo de las pasiones que no se curan con nada que no sea tu santa realidad imponderable… Sólo por ti se puede creer en Dios… Música, divina y humana Música… Para ti florece el Genio y para ti se santifica el sufrimiento.”

Los instrumentos primitivos fueron la voz y los elementos de percusión, fusionándose en una simbiosis de ritmo para ordenar el tiempo y de tonalidad, para el sonido. Pitágoras creía que la distancia entre los planetas guardaba relación con las proporciones de longitud de las cuerdas en los tonos armónicos, y que éstas, a su vez, cuando giran, los planetas hacen música que somos incapaces de escuchar si nuestro comportamiento no es suficientemente moral. Creo que, junto con los libros y los perritos, la música es inseparable amiga del hombre, en el silencio, la soledad y el ensueño.

En 1972 se fundó la Orquesta Sinfónica de Cuenca, siendo su primer director el español José Castellví Q. (+), luego Miguel Jiménez C., Medardo Caisabanda, Michael Meissmer y Augusto Carrión R., hasta conceder la batuta al Dr. Fernando Vargas L., hombre de vasta cultura, profesional de la jurisprudencia y músico de 41 años de triunfos, vocalista de la OSC.

Conociendo sus ejecutorias en el Congreso Nacional, en la dirección del Club Rotario Yanuncay, en el magisterio, el derecho y, sobre todo, siendo como es un artista de virtudes excelsas, la Orquesta Sinfónica y los cuencanos, tienen a un gran director, cuyos objetivos de fomentar y divulgar la música de género sinfónico y de inculcar a la niñez y juventud la devoción por lo clásico, hacen prever un futuro promisorio en su nueva responsabilidad.  (O)