La salud mental, la otra «epidemia» en los confinamientos anti-covid de China

China sigue endureciendo restricciones ante las cifras récord de contagios de covid-19 pese a la factura mental para los trabajadores y voluntarios que sostienen a las ciudades confinadas, ejemplificada en el suicidio de un funcionario de la Comisión de Sanidad de la ciudad de Shanghái.

Las cifras oficiales de contagios que divulgan las autoridades son las más altas en dos años: hoy, a nivel nacional, se registraron 29.411 nuevos casos, de los que 26.391 son asintomáticos, aunque Pekín no incluye estos últimos en su contador hasta que no comienzan a mostrar síntomas.

Tan solo en la metrópolis oriental de Shanghái, que vive estos días el peor rebrote de la covid desde el que marcó el inicio de la pandemia en Wuhan a principios de 2020, se añadieron hoy 27.719 contagios, de los que más del 90 % no presentan todavía los síntomas requeridos por las autoridades para considerarlos casos confirmados.

Sin embargo, el surgimiento de pequeños brotes y el temor a una propagación masiva por el país ha hecho que Shanghái no sea la única ciudad en la que se aplican restricciones o, directamente, confinamientos.

Según la economista jefe de Natixis para Asia-Pacífico, Alicia García Herrero, las zonas que se han visto afectadas por medidas restrictivas de distintos calibres ya aglutinan un 40 % del producto interior bruto (PIB) de China.

 «ABRUMADOS» POR EL CONFINAMIENTO

El confinamiento es especialmente estricto en ciudades como Changchun (noreste) o la mencionada Shanghái, aunque en esta última algunos residentes de las pocas zonas en las que no se han detectado casos en las últimas dos semanas ya han podido salir a unas calles en las que apenas encuentran establecimientos abiertos.

En la metrópolis oriental, donde la mayoría de sus 25 millones de habitantes siguen confinados, son los trabajadores sanitarios, los guardias de seguridad y los voluntarios los que, ataviados con trajes blancos de protección, siguen sosteniendo a la ciudad en maratonianas jornadas.

La carga para muchos de ellos es enormemente pesada: el director del Centro de Información de la Comisión de Sanidad del distrito de Hongkou de Shanghái, Qian Wenxiong, se suicidó en su oficina, según confirmó el conocido exdirector del rotativo estatal Global Times, Hu Xijin.

Hu, una de las figuras más polémicas pero también influyentes del controlado panorama mediático chino, aseguró en su cuenta oficial de Weibo -equivalente local de Twitter, censurado en el país- que «esta tragedia exacerba la impresión de que hay trabajadores (sanitarios) que están abrumados por la (campaña de) prevención epidémica en Shanghái».

Algunos medios locales también se han hecho eco de otro caso en el que una mujer se habría quitado la vida tras ser víctima de ciberacoso después de que varios internautas consideraran insuficiente la propina de 200 yuanes (31,4 dólares, 28,8 euros) que dio a un repartidor que se ofreció a ayudarla, recorriendo 27 kilómetros para llevar alimento a su padre, anciano y enfermo.

 «¿NO PUEDEN HACER NADA PARA AYUDARNOS?»

El portal China Digital Times, fundado en la universidad estadounidense de Berkeley (California), publicó una transcripción de una llamada entre un anciano confinado en Shanghái y un miembro del comité que gestiona su urbanización, en la que pedía ser llevado a un hospital tras ser diagnosticado con covid y se quejaba de que no recibía ninguna respuesta de las autoridades.

«¿No pueden hacer nada para ayudarnos (a los ciudadanos de a pie)? ¿De verdad es esto en lo que se ha convertido nuestro país?», lamentaba el anciano, ante lo que el trabajador respondía: «Llegará el día en el que tenga que dimitir porque ya no pueda aguantar esto. ¿Por qué están haciendo esto? ¿Cómo ha llegado Shanghái a esta situación?».

Un día después, tras viralizarse la llamada en redes, el diario local Shanghai Observer aseguraba que el anciano había sido hospitalizado y aseguraba que su interlocutor en la llamada llevaba más de 30 días sin poder volver a su casa y gestionando situaciones como la atención médica a embarazadas o funerales: «Tuvo un impacto en mis emociones».

En la ciudad, la más próspera de China, muchos residentes no son optimistas: a cada nuevo contagio registrado en una urbanización, se reinicia el contador de los 14 días que han de pasar desde el último caso para que las autoridades decreten el final de su confinamiento, y todavía no hay fecha para el final de las restricciones.

A eso se suma que, para algunos, no es contraer la covid el mayor temor, sino lo que viene después: las imágenes que circulan sobre los improvisados centros de cuarentena a los que se envía a las decenas de miles de contagiados no invitan a pensar en una estancia agradable, con problemas de higiene, luces encendidas las 24 horas del día o, en días de tormenta como ayer, goteras que no dejan de chorrear.

Pese a todo, también hay quien -como en cualquier situación adversa- sigue tratando de tomárselo con humor: un popular meme que circula estos días en la ciudad es una parodia de un mensaje de las autoridades que reza «Querido ciudadano, no se preocupe si empieza a hablarle a las flores y plantas de su casa durante el confinamiento, es algo natural. Pero en cuanto vea que las flores y plantas de su casa también hablan con usted, llame inmediatamente al…». EFE