La credibilidad de Lasso

Para un mandatario, a 40 días de cumplir su primer año de gestión, debe ser desconcertante verse envuelto en un remolino de críticas sin contemplaciones y, a lo mejor, irreversibles.

La credibilidad es uno de los puntales dentro del ejercicio del poder político. Perderla equivale a divagar, a no generar confianza, fe;  a ser objeto de toda clase de acusaciones, suspicacias y hasta diatribas.

Posiblemente el presidente Guillermo Lasso no contó con verse en un panorama tan sombrío, contradictorio y hostil, como el generado por el casi unánime repudio ciudadano al conocer la excarcelación de Jorge Glas, juzgado y sentenciado por actos de corrupción y asociación ilícita, en tanto le resta saber su suerte en otros casos, asimismo irregulares.

Ha dado muestras fehacientes de ser un demócrata, partidario del diálogo y dispuesto, como lo ha dicho en varias ocasiones, a no pasarse calentando la silla presidencial.

Lasso insiste en explicarle al país de no haber transado con la corrupción; de jamás pretender usar el poder para saldar cuentas personales; peor de meterle la mano a la Justicia, pues respeta la independencia de poderes.

Las palabras pueden decir mucho y  poco a la vez; pero en el caso mentado confluyen varias acciones, raras coincidencias, nombramiento del ministro de Gobierno  con un pasado político poco honroso, omisiones, silencios  y otras sutilezas, cuyos efectos dan pábulo para la sospecha y el menoscabo, en picada, de la credibilidad del presidente.

Tratar de revertir esa percepción ciudadana será harto difícil. La recaptura del condenado, si así lo decide la Justicia tras analizar la apelación planteada, podría contribuir a ese objetivo.

Pero, ¿y si Glas se fuga? ¿Si se refugia en la embajada de uno los países ideológicamente combatibles con él?

Vaciada su credibilidad, Lasso debe pensar dos veces sobre su pretendida consulta popular. Los temas a plantear podrían ser desbordados por la rabia colectiva, generada por la excarcelación de un corrupto, según lo determinó la Justicia.