Despeñadero

Aurelio Maldonado Aguilar

Años atrás, Colombia vivía un caos monstruoso en el reinado del más grande narcotraficante, Escobar. Pudimos, por cercanía, constatar el terror imperante y el desarreglo social y político que existía, donde el mafioso y gracias al enorme poder económico derivado de las drogas, fue mimado en cárceles y ciudades e incluso fue candidato a presidente de la república y tenía un ejército protector equipado y preparado. Si nos comparamos, podemos asegurar que estamos en igual circunstancia. Asesinatos selectivos, cárceles llenas de pandillas que disputan control de territorio y expendio de drogas que protagonizan disturbios del más execrable sadismo, sicariatos diarios entre ellos y contra periodistas y opositores asesinados sin piedad y por último estallidos de coches bomba frente a estamentos gubernativos. Falta solo estallar aviones de pasajeros inocentes. Mientras todo esto acurre, el despeñadero por el que nos precipitamos, es brutal. El gobierno central, timorato, no emprende grandes acciones ante tan grandes males y solo se limita a dar educadas declaraciones explicando que es respetuoso de instituciones del estado y deja actuar a los delincuentes. La asamblea, entrampada en dimes y diretes, corruptela e ignorancia sin nombre, está enfocada en lograr prebendas, coimas, diezmos y pactos donde ganan mucho dinero y poder sin importar que el Ecuador fallezca. La justicia, duchos en subterfugios y leguleyadas, mantiene enquistados corruptos de gran sapiencia. Regala en minutos habeas corpus a presidiaros sentenciados y cabecillas de bandas, donde Manglaralto se constituye en universidad de aberrantes y veloces libertades, mientras que demoran años trámites de extradición del mayor mafioso y esperan que logre un asilo en Bélgica, para recién hacerlo. Las fuerzas armadas y la policía carcomidas por la corrupción, son socios de narcos y don Naza en ilícitas captaciones de dinero y que cuando se ven descubiertos, silencian al socio, aparentemente. Las instituciones constitucionales creadas por la banda exprofeso en Montecristi, no dejan de ser abscesos malolientes cuyos miembros intentan imponer sus decisiones a dentellada limpia, con cortes de energía, hackeo y daños de archivos y más y ni la defensoría del pueblo, es decir de nosotros se salva de escándalos. Desde lo económico se descubren millonarios créditos incobrables ligados a estructuras de poder y el presidente en clara demagogia dice, entre otras muchas cosas, que comprará leche y carne a Uruguay sin importar que al pobre ganadero le paguen centavos por su leche y en muchas ocasiones esté obligado a tirarla en los potreros. (O)