Se fue un grande

Edgar Pesántez Torres

En mayo de 2008 fui invitado a la inauguración por los 25 años de operación de la Central Hidroeléctrica Paute Molino. Entre los asistentes estuvo el Dr. Claudio Cordero Espinosa, hombre alto y delgado, de piel blanca y ojos claros, vivaz y de cordiales ademanes, de una cultura deslumbrante, conversaba de cualquier tema: arqueología, literatura, música, historia, economía, sociología, derecho, filosofía… hasta de medicina, con demostraciones concluyentes. Tenía conocimientos de terapia herbaria, pues había estudiado “Enumeración Botánica” de su abuelo Luis Cordero Crespo. Por entonces tenía 79 años.

Desde ahí fue un amigo que nunca se fue, a quien supe comprender y ser comprendido. Me visitaba permanentemente para la tertulia, a veces para consulta sobre su salud, y ¡vaya! que debía ser certero en el diagnóstico y tratamiento, porque lo que se lo decía corría a investigar. Innumerables veces me embebí de su sabiduría en una cafetería, en mi casa o en su inspiradora residencia, donde meditaba y crecía su sensibilidad y pensamiento.

Ingresar a su domicilio era ponerse el mundo por montera. Sus libros, gatos y diablos colmaban estantes y paredes, y en un sitio central colgaban las figuras de su abuelo Luis e hija Silvia, que eran motor de su espíritu. Mientras se escuchaba música clásica brindaba café, mientras él degustaba del té.  Hombre sencillo e insurrecto, rebelde, lector pertinaz y viajero incansable, de una fidelidad asombrosa para quien escribe estas palabras, austero y pasional. Se autoproclamaba anarquista y agnóstico, no obstante, su nobleza dejaba en libertad a las creencias y prácticas del otro, erradas o no.

En muchos de sus poemas está el tema de la muerte y el recuerdo nostálgico de su hija. En Acoasma, se pregunta: “… ¡Es la amante ausente o la huidiza muerte/ las que me buscan/ La enigmática soledad del estupor tardío golpea dulcemente mi corazón…” A Silvia: “Decaigo hacia abajo/ desde que te fuiste/hoja mutilada por la montaña de agosto para siempre/ arrastrada por el viento helado de la muerte/ entre árboles/…”  

“Para Edgar Salvador, por la profunda amistad que nos liga, prueba de su insobornable pasión por la vida. Un amigo más allá de cualquier diferencia ideológica”. Esta frase fue escrita por Claudito el 01 de junio de 2019 en la primera página Del Oculto Fulgor. Un imperecedero recuerdo que será releído en silencio y soledad, reproduciendo esa rara sensación de estar escuchando con él música para el espíritu. (O)