Doble moral = ley del embudo

Karina Elizabeth López Pino

“Lo malo de la consciencia es que siempre está hecha a la medida”. “En cuestión de árboles genealógicos es más seguro andarse por las ramas que atenerse a las raíces.”                                                                                     

Jacinto Benavente

El español Benavente que en el año 1992 ganó el Premio Nobel de Literatura sabiamente precisó que en la vida los intereses son totalmente negociables, pero los valores no. Sin embargo, quienes pisotean los valores empiezan a vivir una doble moral que da origen a la ley del embudo. Dicha ley se sustenta en el egoísmo y privilegios que atentan con los principios de igualdad y equidad. De allí que hace cinco siglos Fernando de Rojas, autor de La Celestina, refirió: “Inicua la ley que igual a todos no es”, para contextualizar a nuestros días, sistemas carcelarios donde gobiernan las mafias, la muerte, el descontrol, el circulante económico para comprar y exigir privilegios…una suite de lujo para un “preso” de camisa de etiqueta. ¡Novedad!, por “cuestiones de seguridad” la ciudadanía no puede saber sobre la identidad de aquel privilegiado, seguramente algún político o capo.

Bajo la dinámica de la ley del embudo, el mundo debe adaptarse a las necesidades y exigencias de un grupo minoritario y privilegiado, cuyas energías negativas traspasan dejando daños irrevocables en su agresivo accionar.

Si tuviéramos una “barita mágica” detectaríamos la doble moralidad que es parte de los discursos más elaborados y pulcros- tristemente y con desespero- me pregunto ¿por qué nos estamos acostumbrando a escuchar bonitas frases (oraciones y textos muy bien escritos, con coherencia, estilo, ortografía, etc.), pero carentes de valores, de veracidad, de sustento, de lógica, de humanidad?

Definitivamente, hay que dar muerte a la ley del embudo, no podemos seguir alimentando al monstruo de la doble moralidad: hablar bien y accionar con obscuros intereses; es nuestra responsabilidad alimentar con el ejemplo. O es que ya no tenemos consciencia para discernir lo bueno y lo malo. (O)