El Eólico Minas de Huascachaca

Leonard Durán

Desde la antigua vía Cuenca-Girón-Pasaje, hasta hace 40 años, pasando por El Tablón, Pachamamac, al frente, imponentes, se veían cerros, mesetas, peñascos, barrancos, formado un manto desértico, ventoso y polvoriento.

Al fondo corre el siempre “traicionero” río Jubones. En la mitad, como un hilo serpenteante se veía un caminito que se bifurcaba sea para llegar a Yuluc, a Manú, a Uduszhi, pertenecientes al cantón Saraguro, provincia del Loja.

Desde el lado de Azuay, el único caserío era Jubones, la campiña preferida por los niños de la escuela Fernando de Aragón, de Santa Isabel, para ir de paseo. Íbamos caminando; regresábamos caminando.

Por esos caminitos fluía el comercio entre aquellos lugares y Santa Isabel; al igual que el amor. Y todo a loma de mula o caballo, cruzando el Jubones, en cuyas aguas muchos murieron ahogados.

Luego se habló de La Tarabita. También de la hacienda del tal “Gringo Martinely”, quien instaló tremendo aparato sobre el Jubones para transportar el mármol extraído de Sumaypamba.

Qué decir de los oasis Uchucay y Minas de Huascachaca, tierras del camote, yuca, cebolla y tomate.

Con la nueva vía ya sobre las riberas del Jubones, aquellos lugares quedaron más cerca de la vista. El verde de los productos cultivados combina con el gris de tremendas laderas, hoyadas, mesetas y cerros.

¿Y ahora? Nunca imaginé que las corrientes del viento, capaces de tumbar enclenques, estén a punto de producir energía eólica.

Según el relato de Antonio Borrero, gerente de Elecaustro, desde hace muchos años atrás se medía la velocidad del viento. Así nació el Proyecto Eólico Minas de Huascachaca.

Su construcción va cambiando el paisaje del lugar. El viejo puente Uchucay queda para el recuerdo. Serpentea una vía asfaltada. Pronto asfaltarán otras. Se construyen torres de hormigón capaces de soportar generadores de 600 toneladas de peso. Su traslado desde Puerto Bolívar, igual que las aspas de 70 metros, será toda una proeza, como lo fue el de la grúa de 150 metros.

Ingenieros civiles y eléctricos, otros técnicos y decenas de obreros, hacen lo que les corresponde, desafiando al viento, cuando no a escorpiones, a las “arañas viudas” o a un desbarranco.

Son 14 generadores cuyos cableados serán subterráneos. Hasta el cementerio de Uchucay, al que consideraba el “más solitario del mundo”, tendrá cerramiento, como parte de las obras compensatorias que hace Elecaustro.

Falta poco para que el viento genere energía. Quién lo hubiera imaginado. Lástima que para cuando se inaugure el proyecto ya no estaré. (O)