Himno al embuste

Alberto Ordóñez Ortiz

En este país todo es posible. Incluso lo imposible. Pruebas al canto: En sus cárceles, durante el ejercicio de la presidencia de Lasso se han provocado más de cien muertes quien, sin el menor sonrojo publicita que ha llegado a un acuerdo con los capos de las bandas de dichas cárceles, lo cual evidencia que se rebajó de su pedestal de primera autoridad del Estado y se ubicó a la altura de esas bandas. ¿Habrase visto? Esto no ha ocurrido en ningún país que se respete así mismo, porque todos sus mandatarios entienden que no se puede tranzar con la delincuencia y que a la delincuencia hay que combatirla. No celebrar acuerdos con ella. Y, todavía tiene la audacia de decir: “El tema de la seguridad es de todos”. ¿Y dónde queda la Fuerza Pública y Lasso que la dirige? Don Guillermo también anuncia que ha vendido el avión presidencial, cuestión que fue desmentida por su homólogo de Colombia y le obligó a reconocer que no hubo tal venta. Perdió total credibilidad y se hundió en una espiral de desprestigio sin fondo. Las inversiones extranjeras no tardarán en alejarse porque no podrán soportar a un presidente que le mintió al mundo. 

De allí que llama profundamente la atención que en la reciente lectura de su mensaje presidencial haya sostenido que el Ecuador es un país próspero comparable a los países desarrollados. Frente a esa otra falacia, permítanme parafrasear a “Yira” al tango inmortal: “Verás que todo es mentira, verás que todo es falacia, que a Lasso nada le importa. ¡Yira!  ¡Yira! Aunque te quiebre la vida. No esperes nunca su ayuda, Ni su mano, ni un favor”

Por falta de una política que armonice con los otros poderes del Estado, el país se derrumba: la Asamblea rechaza sus proyectos de ley, se han metido groseramente las manos en la justicia al suspender mañosamente a su presidente titular. El caos domina todos los escenarios y deja entrever amenazas más funestas. 

Sin embargo, este dizque es el país de las oportunidades. Se podría decir que sí, pero de la oportunidad de morirse de hambre, de no tener empleo, de ser asesinados y un mar de etcéteras, pero, especialmente de la oportunidad de rubricar con la firma la revocatoria de su mandato. ¡Donde firmo! (O)