“¡Adiós, oh mes de María”…!

Jorge Dávila Vázquez// RINCÓN! DE CULTURA

“¡Oh, mes de mi Madre, adiós!” Sí, son versos de LUMBRE DE MAYO, el poema de Eloy Abad, musicalizados por José María Rodríguez, en la canción más bella de cuántas se han escrito en Cuenca para la Virgen.

Esta era ciudad muy devota. Claro que los liberales radicales que había en casi toda familia -en la mía, por el lado paterno los Dávila Córdova, aunque no mi abuelo; por el materno los Vásquez Alvarado, mi abuelo y su hermano Lucas, por ejemplo-, hablaban despectivamente de “ciudad de beatas”.

Entre los gestos de devoción más característicos de esa Cuenca de otro tiempo, estaba el culto a la Virgen María, desbordado en el mes de mayo, precisamente.

Este mes que estamos a punto de terminar, se llenaba de procesiones, misas, canciones dedicadas a la Madre de Dios, en todos los niveles. Las iglesias se cubrían de flores y había altares dedicados a María, presididos por bellas imágenes, obra de los grandes escultores como Vélez o Alvarado. Muestra clara es la Inmaculada del templo de las Conceptas, obra del primero de los nombrados, de indudable belleza o la de la catedral, que parece que era suya también o de alguno de sus discípulos. En las misas de mayo se prodigaban melodías marianas de gran belleza; en muchas de ellas había pequeños conjuntos de cantantes, que tan pronto formaban un coro, como los de San Alfonso, Santo Domingo o San Blas, como lucían sus solistas dotados de bella voz. Yo, por razones sentimentales, recuerdo a mi madre y a Libia Cueva de Medina, que tan pronto cantaban solos, como dúos magníficos, conducidas por el maestro Guillermo Villavicencio. Y en la juventud me impresionaba el coro de San Alfonso, dirigido por Arturo Pesántez que marcaba el último día de mayo, con bellas canciones, interpretadas por Libia y Mercedes Ochoa, Delia Hidalgo, Elva y Olga Idrovo, y Martha Angüisaca.

El culto se daba en los barrios, que se entusiasmaban con la veneración a esculturas o cuadros que habían realizado pintores de fama.

Y se multiplicaba en los centros educativos, muchos de los cuales mantienen la tradición; siendo la más importante, el homenaje a la Reina de la Sabiduría, instituido por los Vázquez, Juan Bautista y Honorato, y que persiste hasta hoy en la U. de Cuenca.

Mucho es memoria de otro tiempo, pero dejó honda huella. (O)