Curitaqui y Guagualzhumi

Tito Astudillo y A.

La concesión minera en la colina del Guagualzhumi, cerro mítico del Valle Cuenca Azogues, prende alarmas y abre espacios de reflexión que, partiendo desde la Junta parroquial de la Parroquia Paccha, irradia a diferentes frentes sociales, por su importancia ambiental al ser área de abundante biodiversidad, fuente de agua comunal y por su relevancia en la Cosmovisión Andina Regional, por sus contenidos históricos y mitológicos en relación con la tradición de los cañaris.

El Curitaqui, palabra quechua: curi=oro y taqui=cueva, cueva de oro, esa una atractiva colina localizada frente en el flanco nor-oriental del Guagualzhumi, inconfundible en el entorno por su forma de cúpula con la cima aplanada en cuya superficie, cuenta Gustavo Reinoso Hermida, “proliferan fragmentos de cerámica, artefactos líticos tallados especialmente del Periodo de Desarrollo Regional”, materiales culturales que se puede apreciar, a simple vista, cuando se visita este lugar que, frecuentemente, ha sido motivo de registro y estudio de destacados arqueólogos e investigadores nacionales y del extranjero. Desde la parte alta del Gugualzhumi, el Curitaqui se aprecia en toda su dimensión paisajística y se siente su connotación mítica, puesto que, por su ubicación, dimensiones, forma y colores, como aún ahora, debió impresionar a los pueblos de sus alrededores, que han fabulado historias y leyendas presentes en el imaginario popular, como el de la “Mama Guaca” en su cueva, esperando las ofrendas y a cambio obsequiando mazorcas de oro.

El Cuiritaqui, integra esa secuencia de cerros míticos al norte de la ciudad, considerados santuarios andinos de altura: Pachamama, Guagualzhumi y El plateado, agregándole como elemento mítico y Pacarina a la laguna de Quituiña en las faldas Sur del Gugualzhumi, cerro al que algunos autores atribuyen la condición de escenario del Mito del Origen de los Cañaris. Estas lomas y laguna integran una unidad patrimonial que debemos preservar como hitos de identidad cultural. (O)