¡Dinero alcanza cuando nadie roba!

Gonzalo Clavijo Campos

Las Naciones Unidas advirtió a todos los países que en ninguna época de la historia de la humanidad hubo tanta corrupción como en la actual, siendo un fenómeno maligno con incontables consecuencias corrosivas para la sociedad: socava la democracia y al Estado, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el narcotráfico, como lo estamos sintiendo en carne propia en el Ecuador.

Es que cada desvío de recursos impide el logro de objetivos para dotar servicios: educación, salud, vivienda, transporte. Cuando no se logran los resultados esperados, se condena a los ciudadanos no solo a la marginación, sino a la insatisfacción de sus demandas. Si dicha insatisfacción se prolonga, provoca sentimientos de ira, rencor, rabia e impotencia que puede explotar en cualquier momento, mermando fuerza al Estado.

Fomentar la ética pública resulta esencial. Aplicada adecuadamente, logra que los servidores públicos actúen con responsabilidad, cumpliendo con los objetivos establecidos en cada institución, consiguiendo así que los ciudadanos confíen en los servidores públicos. Al existir confianza, se genera armonía, participación e interacción entre gobernantes y gobernados.

Desde antaño, los sabios y filósofos conocían la importancia de pertenecer a una familia recibiendo educación en valores y de vivir en armonía con ella como elemento necesario para gobernar un Estado. Al respecto, Confucio señaló: Cuando se pone en orden la propia familia se ha dado el primer paso para gobernar bien el reino. El hijo de un príncipe, para aprender a gobernar un reino, primero debe actuar con la mayor rectitud dentro de su propio hogar. Si mantenéis en vuestra familia la virtud y la cortesía, estaréis preparados para gobernar con sabiduría (Confucio, 2002: 127). (O)