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Jackeline Beltrán Aguilar

Puente Vivas nos Queremos. Foto Jackeline Beltrán.

Las mujeres tenemos nuestros propios miedos. Por ejemplo, miedo a que un día tu nombre esté grabado en el puente Vivas nos Queremos, que hoy ofrece una imagen estremecedora de la violencia machista en Ecuador: 1.047 nombres grabados con pintura violeta. 1.047 mujeres asesinadas por sus parejas, exparejas, amigos, conocidos.

Caminar por ahí produce cierto escalofrío. Primero, al ver que casi no queda espacio para más nombres. Segundo, al leerlos y pensar que Rosa, María, Amanda, Mayra, Jakeline, unas desconocidas, pudieron ser la Rosa, María, Amanda, Mayra que forman parte de tu vida. O que pudiste ser tú misma.

Este puente, cuyo nombre original era Mariano Moreno, está estratégicamente ubicado. Para empezar, se encuentra en Cuenca, una ciudad que se enorgullece de sus infraestructuras patrimoniales de indudable belleza. Pero también es uno de los caminos para cruzar del centro al resto de la ciudad. Por eso, cientos de personas podrán detenerse en algún momento y sentir ese escalofrío.

Y ese es el poder que tiene la apropiación de este puente. Porque sí, ese día de noviembre de 2020, cuando un grupo de mujeres decidió rebautizarlo con el nombre de Vivas nos Queremos y convertirlo en un memorial de las víctimas de la violencia machista, este puente histórico y de hermoso paisaje cobró un sentido para nosotras. 

Es aquí donde mejor se sienten esos miedos, esa impotencia que vivimos las mujeres, pero también el deseo de mantenernos vivas. 

En mayo, ocurrieron en Azuay cinco femicidios, el mismo número que en todo el 2021, y hay quienes aún creen que el peligro es un grupo de mujeres pintando un puente. (O)