Alto a la violencia

Mario Jaramillo Paredes

Nadie puede sostener que el cierre de carreteras es un acto pacífico. No lo es el saqueo de tiendas y almacenes. No lo es impedir que la gente se movilice a sus trabajos. No es pacífico impedir a miles de estudiantes que asistan a clases u obligarles a largos recorridos a pie, mientras algunos líderes del movimiento indígena se trasladan cómodamente por todo el país en carros de alta gama.

No es pacifico atacar a los vehículos en calles y carreteras. Tampoco secuestrar gente- aun cuando lo llamen” retención”- para aplicarles justicia indígena o someterles a “purificaciones” ancestrales. No es pacífico extorsionar a los choferes sacándoles dinero para permitirles pasar. Contaminar los tanques de agua potable de Ambato con aceite quemado, no es pacífico. Es terrorismo.

Es violento y peligroso atizar un neoracismo que ataca a todo el que no es indígena, ignorando que la inmensa mayoría de ecuatorianos somos mestizos.

Todos saben que la dirección del movimiento indígena está en manos del ala dura con Iza- al igual que con Vargas- y camina por un sendero violento para buscar el poder.  Una movilización que cuesta mucho dinero, hace pensar que no viene de las empobrecidas comunidades indígenas. Algún día se sabrá la procedencia de ese financiamiento y quiénes están atrás de él.

Los dirigentes de la CONAIE sostienen que la violencia no proviene de ellos sino de grupos infiltrados, lo cual en una parte es verdad en las ciudades en donde resulta claro que el vandalismo viene de grupos que no son indígenas, sino células bien entrenadas para la guerrilla urbana. Pero es su obligación impedir que usen al movimiento indígena para generar vandalismo.  Tanto ellos como el gobierno tienen que escuchar el clamor nacional de buscar un diálogo que ponga fin a la violencia que se sabe cómo empieza, pero no cómo termina.

El derecho a la protesta es fundamental en todo país democrático. No lo es en Venezuela o Nicaragua, que son los modelos de los ideólogos del paro actual. Pero, lo que el país vivió en octubre del 2019 y empieza a vivir nuevamente hoy, evidentemente no es una protesta pacífica. (O)