Vuelo de una poética vital

Aníbal Fernando Bonilla

Dentro de la necesidad de expresión lírica, queda la certeza de que su orfebre se hace en el ejercicio diario. A ratos, tormentoso, y en otros, esperanzador. ¿Hasta qué punto es perceptible tal oficio? Pues, hasta el nivel en que el poeta requiera del verso como el pan para el hambriento. En esas cotidianidades el vate se sumerge y transmuta sus impresiones en pieza metafórica, como un catalizador de sentidos. No le amedrenta el pulso externo, porque lo suyo es la denodada batalla con y por el lenguaje, la misma que debe ser celebrada en su íntima trinchera.

Algunas alas (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2021) titula la antología personal (2010-2020) de Xavier Oquendo Troncoso (Ambato, 1972). Es un baile con el tiempo y su prodigiosa labor confeccionada de soledades: “En estos días hasta el cielo/ está con esa soledad tan azul/ que desparrama”. Un recorrido de aquellos fragmentos de luz versal que a través del lente emocional, el autor ha ido elaborando como rastro poemático.

Hay una mirada particular que se aproxima al misterio de la vida y de la muerte. Y, que se constituye a partir de la reflexión del sujeto lírico, con marcada autorreferencialidad: “Tú eres la razón del beso divino/ con que uno conoce ese campo ondulante del dolor”. Ya lo dice Oquendo con certeza: “el poema se necesita en el poeta”. Y este hacedor de versos y remiendos retóricos sabe bien que “(…) lo todo no es la poesía./ Solo es la chispa de la piedra que brota./ Que no la piedra./ Que solo lo que queda del instante de la piedra”.

Textos de aliento extendido en donde confluyen ríos, amaneceres y afectos entre abrazos cartas y fotografías. Con tono irónico y sentida melancolía. Con hondo martillazo de cavilación en donde sobresale la referencia de otros poetas y registros artísticos (destacan los homenajes a Jorge Enrique Adoum y Juan Gelman). El poeta asume la angustia “de azúcar” como elemento indisoluble en la inventiva, cuya estructura alcanza un elogiado hallazgo estilístico. Xavier Oquendo provoca un torrente hiperbólico de mares y ternuras, de hijos y padres, de cántico de páramo, luna callada y pálpito de viento con alas abiertas a la fecundidad poética. (O)