Lacerante realidad

Hernán Abad Rodas

Una lacerante realidad, los 18 millones de habitantes del Ecuador de habitantes del Ecuador estuvieron secuestrados por las violentas manifestaciones de los 18 días, que cortaron carreteras y vías impidieron la libre circulación garantizada por la Constitución, destrozaron instalaciones agroindustriales, enfrentaron ferozmente  a la policía ya las Fuerzas Armadas, sometieron a la escasez, el hambre  y la especulación a las poblaciones, se botaron millones de litros de leche, murieron de inanición cientos de miles de gallinas, pollos, impidieron la exportación de flores, brócoli y otros productos agrícolas; cerraron pozos petroleros; en fin causaron pérdidas  por al menos 1.000 millones de dólares.

Junto a estos daños cuantificables, crearon una profunda incertidumbre para realizar nuevas inversiones en un país en que un grupo minoritario, pero tremendamente agresivo, pone de rodillas a la autoridad legítima, y le obliga a aceptar los contradictorios pedidos de los revoltosos.

La rebaja de los precios de los combustibles y la distracción de 3 mil millones de subsidios, que deberían servir para atender necesidades evidentes en seguridad, salud y educación, es el nefasto TROFEO DE GUERRA que ha permitido a Iza aparecer cómo el salvador del pueblo.

Ante los tiempos de desencanto en que vivimos, y sin ningún signo que nos anuncie días mejores, pregunto a mi alma: Quién pone limite al descalabro en el que vivimos: quién, cuándo, y cómo revertirá nuestra desgracia y nos restituirá el orden, la dignidad y la libertad.

La aureola de incertidumbre que cubre el territorio nacional, no se disipará eligiendo candidatos simplones y obsesivos; ni indígenas que asimilaron lo peor de nuestros políticos y se niegan a sí mismos; no, otras sombras ni nombres de avivatos. Un ecuatoriano de bien, formado en el tiempo y el esfuerzo personal y social, que luchó y consiguió éxitos sin ofender al otro, ni robar, ni mentir, haría nacer alguna esperanza para la reconstrucción de nuestro demolido Ecuador.

Lo más grave que le puede ocurrir a un país, es el hecho de que, en nombre de una democracia mal concebida, la ansiada justicia social no llegue, y que en el camino sus habitantes pierdan sus libertades, su paz y su dignidad.

La aplicación de la ley a todos los ciudadanos es fundamental para la convivencia civilizada. Los jueces y fiscales dejen su lento accionar, para que el Ecuador retorne el orden social. (O)