La corrupción también lucha

Jorge L. Durán F.

Sentada en su crisol perfumado de podredumbre se la ve regia, robusta, desafiante.

Siempre está dispuesta a hundir su espada de quíntuple filo en contra de quienes, así sean pocos, osen destronarla, aniquilarla, castigarla, combatirla.

Si alguien se atreve a dictar una ley o un código de conducta, mucho antes ya compra conciencias para que también elaboren las trampas, no los apliquen o lo hagan chueco. Y así se impone.

Sí, la corrupción también lucha para defender su reino. Aquí está sentada a la diestra de políticos de todo número, de toda dignidad que ostentan, de color, olor, aun de los insípidos, o sea de los independientes, o sea de aquellos que como la gelatina se congelan en el molde donde la pongan o lo escojan.

Pero también de “empresaurios”, de “encorbatados”, de “ponchudos”, ni se diga de leguleyos, aun los de toga; de polis, de milis, de portuarios, de “cobratributos”, de “urgamaletas”, de “gerentuchos”, de contrabandistas, de “ofreceseguros”, de “vendemedicinas”, de “vendepatrias”, de “vendeconciencias”; en fin, de toda esa fauna que la idolatra con becerro de oro incluido.

Si algunos de ellos han sido sentenciados, es de ver cómo lucha la corrupción para salvarlos; para impedir que sean traídos desde cualquier lugar del mundo donde se refugian; o que se descubra dónde escondieron el dinero robado.

Compra a jueces, ni se diga a políticos, sobre todo a quienes con ella cohabitan en el recinto donde todo es cambalache, cachinería y altanería.

Les ilumina para crear comisiones donde todo se fragua. Tiene a sus “Rataeles”, tantos los de ADN propio, cuanto a los que logró convertirlos, sabiendo que también les colocó rabo de paja y uñas largas.

En ellas la corrupción lucha para que se revisen casos ya juzgados en contra de sus feligreses. Los usa para aprobar leyes que matan el buen periodismo; pues este es su principal enemigo. Y salió triunfante en medio del aplauso de sus “Rataeles”, a los que bendijo dándoles el control total del recinto donde da lo mismo ser jumento o esperpento de ruindad.

En su reino mora la impunidad y de ella se nutre. Para que concedida sea a sus adláteres compra a jueces, a falsos testigos, borra testimonios, paga para que se interprete la ley a su manera, seduce con candidaturas, con viajes al exterior, ofrece paraísos fiscales donde camuflar el dinero malhabido, que es su razón de ser, y hasta incendia lugares donde están los expedientes contra su feligresía.

La corrupción lucha para que sean las alcantarillas las que luzcan sobre la superficie del país. Muchos quieren que así sea. (O)