Inseguridad en Cuenca

Como en gran parte del país, en Cuenca la inseguridad siembra miedo y terror. Se alimenta de impunidad y complicidad. Actúa de noche y de día, a pie, introduciéndose en domicilios, comercios y almacenes, en carros y ahora hasta en motocicletas.

Días atrás causó estupor el robo a plena luz del día de un vehículo cuyo dueño nada pudo hacer para evitarlo.

Anteayer, en una de las vías más transitadas de la ciudad, convertida en centro comercial y financiero, cuatro avezados delincuentes asaltaron un vehículo. No es la primera vez. Ni será la última.
Usaron dos motocicletas. Por las escenas gravadas en cámaras de video, fue un asalto “estudiado”, “planificado”. A lo mejor hasta con información y señales previas.

Los “sacapintas” interceptaron a sus víctimas tras haber retirado dinero de un banco ubicado en esa avenida.

Si bien las personas deben tomar los recaudos necesarios cuando retiran dinero de los bancos, sea en ventanillas o de los cajeros automáticos, lo expuesto confirma la regla: la inseguridad en Cuenca acecha las 24 horas del día.

Los perjudicados no dieron señales de resistencia, ni los transeúntes reaccionaron, sea por miedo a ser heridos, cuando no asesinados.

Una colectividad apoderada por el miedo es lo peor; pero para la delincuencia es lo mejor. Así, nadie reacciona, nadie se defiende, nadie pide auxilio, y, lo peor, nadie denuncia ante la Fiscalía.

Independientemente del desenlace a nivel de la Justicia, si nadie denuncia esos hechos hay una falsa percepción sobre la inseguridad.

A lo mucho se queda en comentarios, por lo general en redes sociales, si bien no siempre verificados, peor contextualizados.

Empero, en el fondo, la inseguridad es parte de la cotidianidad de la ciudad. Esto, por cierto, es lamentable y criticable a la vez.

No hay una política de seguridad desde el Estado. Los esfuerzos aislados son débiles, en tanto la delincuencia se fortalece, y cual hongo maligno, renace ni bien es atacada.