Mundiplast: el legado de Rodolfo Weisskopf en Cuenca

Tras cuatro décadas, la empresa cuencana sigue funcionando en el Parque Industrial. Andrés Mazza/El Mercurio

Era 1981, un hombre llamado Rodolfo Weisskopf Silva había llegado al Ecuador tras huir de la guerrilla centroamericana. En su natal El Salvador, antes de dejarlo atrás, Rodolfo tenía una empresa que se dedicaba a hacer bombillos y guirnaldas para Navidad, asientos de autos y vinchas.


En principio, cuando Rodolfo llegó a Ecuador, él estuvo en Guayaquil para conocer los negocios que se desarrollaban en aquel entonces. Luego visitó otras ciudades, como Ambato y Cuenca, y sería este último lugar en el que Rodolfo decidiría asentarse.


Por sus servicios, por su arquitectura, por el ambiente que emergía de la capital azuaya, el salvadoreño optó por empezar una nueva vida, por empezar de nuevo. En ese tiempo, Rodolfo tenía un poco más de 50 años.


En Cuenca, mientras el Parque Industrial comenzaba a funcionar, Rodolfo compró una nave, en cuyos espacios ubicó una maquinita para intentar hacer lo que había hecho con su empresa en El Salvador: adornos de Navidad.


A ello, con el paso de los años en la empresa cuencana que se llamaría Mundiplast, sumó la realización de peinillas. No obstante, el negocio tomaría otro giro en dos momentos.


El primero fue cuando Rodolfo compró una máquina inyectora para hacer juguetes para fiestas infantiles, y el segundo fue cuando, en 1991, el cuencano Oswaldo Alvarado se incorporó a la empresa.

Entre los objetos que se comercializan están los artículos didácticos. AWM


El salvadoreño había hecho amistad con Oswaldo, quien trabajaba en un banco. Tras la confianza, Rodolfo le propuso a Oswaldo que se uniera a él.


Al principio, antes de aceptar, había temor en Oswaldo porque no sabía del negocio que hace una década había iniciado Weisskopf, pero entonces aceptó y entró a Mundiplast como gerente.


Ambos ordenaron la empresa, crearon nuevos productos, como juguetes didácticos, y se plantearon un objetivo: que desde Cuenca se exportaran los artículos de plástico a otros países.


“A veces se piensan que los juguetitos, los que se ponen en las piñatas, vienen de la China. Lo que no saben es que en Cuenca también hacemos eso, que hacíamos eso desde hace más de treinta años”, dijo Oswaldo a diario El Mercurio.


Con un horizonte claro, el cuencano y el salvadoreño probaron distintos mercados en Colombia, Perú, Bolivia, Chile y Venezuela.
Pero sería en Venezuela en donde tendrían éxito: una vez que generaron los lazos comerciales, la empresa cuencana llegaría a exportar ocho contenedores al año con los juguetes que se usan para llenar las piñatas.

Oswaldo Alvarado estuvo a cargo de la empresa junto a Rodolfo Weisskopf. AWM


Un nuevo legado


Luego de más de dos décadas de trabajo, en el 2003 Mundiplast se vendió a unos empresarios de Venezuela. La razón se debía a que Rodolfo decidió retirarse para descansar.


Por su parte, Oswaldo continuó como gerente de la empresa, hasta que, en el 2006, cuando ya se había jubilado después de haber cumplir medio siglo de vida, compró Mundiplast para que sus hijos continuaran el legado que había empezado Rodolfo y al que después se uniría el cuencano.


Rodolfo, tras mantener un retiro obligado fuera de Cuenca, ciudad a la que llamó bella y generosa, falleció a los 93 años a principios de julio de 2022.


En los años en que estuvo con vida, Oswaldo nunca dejó de estar en contacto con Rodolfo, a quien admira y respeta por la relación que mantuvieron juntos y por la empresa que se alzó tras llegar a Cuenca.


Hasta la fecha, Mundiplast todavía sigue de pie. En ella trabajan 40 personas que día a día elaboran los juguetitos que quizá los cuencanos que celebran los cumpleaños no saben que son hechos en Cuenca.

Mundiplast cuenta con sus propios moldes para producir sus artículos. AWM