Hasta siempre Hugo…

Francisco Chérrez Tamayo

Hoy que su cuerpo está envuelto en el crepúsculo vespertino de la vida, permítanme darle mi postrero adiós, con cariño, admiración  y respeto, a quién concibió y vivió su tránsito terrenal a plenitud, con todas las esencias positivas que en él se pueden enmarcar; a más de demostrarnos hasta la saciedad, que era dueño de un gran corazón, así como de una  alma noble y generosa. Todos sus numerosos amigos, entre los que tengo la suerte y el orgullo de contarme, quedamos con una deuda impostergable frente a su memoria, ya que nos dejó una huella profunda en el imaginario colectivo, un legado muy difícil de emular, así como un vacío que no lo  podremos llenar. Hugo fue una entelequia de la vida, no era solo nuestra imaginación, se comportó como un ser humano excepcional, de carne y hueso, que derrochaba por sus poros humildad y sencillez, cualidades que solo los hombres grandes poseen. Con modestia, pero con entereza, nos dio ejemplos de honorabilidad, respeto, cordialidad, solidaridad, armonía, discreción, etc. etc. Se convirtió en el prototipo del amigo fiel e incondicional, como pocos quedan en este controversial mundo. ¿Qué decir como deportista?, fue un hábil y brillante jugador de básquet, futbol y vóley; manteniendo a flor de piel  la clásica “garra benignista”, pero siempre se comportó como un caballero dentro y fuera de las canchas. Las personas con estas virtudes nunca mueren, solo se adelantan para esperarnos en el más allá, donde algún día nos volveremos a encontrar. Ser grato es traer a la memoria los momentos de alegría, y por qué no, las penas amargas que juntos saboreamos. Sabemos que existe la muerte por que antes hubo vida, y en el caso de HUGO PELAEZ NOVILLO, existió una vida diáfana, pulcra, transparente, sin resentimientos ni intereses mezquinos. Nos duele, pero tenemos que aceptar su partida, convencidos de que su ser no desapareció en la inmensa oscuridad de la muerte definitiva, es por eso que su espíritu nos hará placentera compañía. Como dice José Saramago: “El viaje nunca termina, solo los pasajeros se van quedando en su destino, pero su imagen quedará impregnada en nuestra memoria y en nuestro recuerdo”. Las lágrimas nunca estarán por demás; hasta siempre Hugo querido… (O)