Bordadoras impulsan un relevo generacional

Raquel Lema (D), presidenta del ‘Centro de Bordados Cuenca’, enseña el oficio a Diana Sinchi. Xavier Caivinagua

Las 32 mujeres que conforman actualmente la cooperativa de producción artesanal ‘Centro de Bordados Cuenca’ vuelven a sus orígenes en las comunidades de las parroquias rurales del Azuay para transmitir sus conocimientos sobre la elaboración de artesanías a las nuevas generaciones y prolongar en el tiempo esta noble tradición.

Fundada en 1989, la cooperativa ha transitado por procesos de renovación e innovación a fin de adaptarse a las exigencias de un público nuevo y cada vez más exigente, asumiendo además el reto de sumarse a la digitalización. Su labor se fundamenta hoy en tres características: la calidad, el impacto social y la sostenibilidad, mediante el tejido a mano con fibras naturales.

“La cooperativa nació hace 33 años con mujeres emprendedoras de comunidades rurales de los cantones Paute, Gualaceo, Chordeleg y Cuenca. Después de más de tres décadas hemos vuelto a Azhapud en la parroquia Octavio Cordero Palacios, una de las comunidades con las que nació este proyecto y donde ahora nos reunimos cada semana para enseñar a las más jóvenes el bordado y el tejido e incorporarlas como socias”, explicó Raquel Lema, presidenta del ‘Centro de Bordados Cuenca’.

El colectivo de mujeres del ‘Centro de Bordados Cuenca’ se reúne cada semana en la comunidad de Azhapud en la parroquia Octavio Cordero. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Este colectivo llegó a tener más de 300 socias, sin embargo, vivieron un tropiezo en 1998 cuando a raíz del feriado bancario y la crisis financiera que derivó en la dolarización, muchas de ellas migraron. En aquella época, la especialidad era el bordado para lencería de hogar y mantelería, que era exportada a países como Estados Unidos, Austria y Alemania, entre otros.

En su evolución, las mujeres incorporaron nuevos productos y actualmente elaboran mitones, suéteres, bufandas y prendas de vestir en tejido de punto, así como diversidad de artesanías en paja toquilla, pero su producto estrella es una colección de tarjetas bordadas con más de 200 motivos relacionados con paisajes del Ecuador, su flora y fauna, fiestas tradicionales y etnias.

Estas tarjetas recibieron en 2014 el reconocimiento de la UNESCO para la Artesanía por su calidad, identidad cultural, innovación y originalidad. Estos bordados pertenecen a la colección ‘Ecuador ama la vida’.

Todos los productos y diseños se exhiben en la página web de la cooperativa https://www.centrodebordadoscuenca.com/ y también están en Facebook e Instagram, como parte de una estrategia de marketing para posicionarse en redes sociales.

“La cooperativa se ha visto en la necesidad de implementar una página web para colocar un catálogo con nuestras creaciones, lo inauguramos recientemente y es una forma de no perder la venta de artesanías, llegar a los clientes de forma digital es actualmente la manera más acertada para mantenernos. Todo esto es nuevo para nosotras, pero si no lo hacemos sentimos que nos perdemos”, subrayó Catalina Sinchi, integrante de la cooperativa.

Pandemia

Actualmente, para cumplir con pedidos de los clientes, ellas se organizan para distribuirse las tareas y cumplir con las entregas.

Y es que para las socias, la pandemia de la COVID marcó un punto de inflexión que les hizo cambiar su forma de organización y estructura. El confinamiento aisló a las trabajadoras en sus comunidades en las parroquias rurales, lo que provocó que muchas de ellas desertaran.

“Hemos tenido obligadamente que innovar en todos los sentidos para no quedar invisibles como artesanas, ha sido un proceso complicado, teníamos la sede del Centro de Bordados Cuenca en el Parque Industrial, pero con la pandemia se cerró, por lo que nos tocó retomar el trabajo en las comunidades a donde hemos vuelto los ojos en busca de las generaciones jóvenes”, señala la presidenta de la cooperativa, quien es oriunda de la parroquia Octavio Cordero Palacios.

El trabajo en comunidad facilita la integración de jóvenes como Diana Sinchi, de 18 años, quien se inició en el oficio del tejido y el bordado durante las vacaciones escolares. “Una de las ventajas de entrar en la asociación sería tener un ingreso económico para mis gastos y para ayudar en la casa”, dice la adolescente, mientras teje junto a otras ocho mujeres. Su aspiración es aprender hasta especializarse y sumarse a la cooperativa como una más de las socias.

El colectivo de mujeres se reúne cada semana en la casa comunal ubicada junto a la iglesia de la comunidad de Azhapud, donde aprenden y adquieren conocimientos brindados por las mayores de la cooperativa, cuyas edades oscilan entre los 45 y 55 años.

En esta etapa de innovación, las cooperativistas han recibido el respaldo y la asesoría de la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria (SEPS), así como de la Dirección de Vinculación con la Sociedad de la Universidad de Cuenca.