Amenaza y chantaje

Edgar Pesántez Torres

La amenaza bajo diversas formas y circunstancias para arrancar dinero al sufrido prójimo en la ciudad, en las carreteras, en las oficinas, en los centros educativos, etc., ha llegado a tal grado que tiende a institucionalizarse y no hay manera de erradicarlo. ¿Y cómo se puede aspirar a eso, si los “padres de la patria” hacen de este procedimiento un modo operandi para conseguir sus fines políticos y económicos? La ciudadanía no sale del asombro y mira inerme y perpleja semejante fenómeno.

El chantaje se ha vuelto un medio de subsistencia de inescrupulosos, ahora es cosa común y corriente, y lo peor, una alternativa de trabajo inexhausta. A la oficina donde usted acude, tiene que hacer frente a la presión económica, subrepticia o desembozada, franca o taimada, si es que quiere obtener un documento o conseguir que el asunto que le interesa se tramite con la necesaria diligencia. Pruebas al canto: las denuncias entre los asambleístas y los pagos en el IESS a prestadores de servicios.

Paradójicamente, parece que esta nefasta costumbre, propia de un país subdesarrollado y dependiente como Absurdislandia, va en ascenso. Las eufóricas declaraciones saturadas de ofrecimientos de castigar a ultranza las inmoralidades de esta naturaleza, no son más que simples proclamas que se emiten para aquietar el ánima en trance de los extorsionados.

Viene al caso estas palabras al constatar a diario prácticas dolosas en varias oficinas públicas y en el antro de la Asamblea. Lo grave de esta política inmoral y anormal es que se ha propagado en todas las esferas, altas y bajas. Allí están los adinerados comerciantes, quienes, a pesar de sus pingües ganancias, eluden sus obligaciones económicas al fisco. Ahí los legisladores en piscinas de Miami o en las aduanas. Ahí el pulpero que impone precio, con peso y medida adulteradas…  

Estos oprobiosos procedimientos lo saben más que nadie las propias autoridades de las dependencias que con su pasividad santifican semejante sistema de explotación; es que, claro está, son partícipes del festín indigesto. Ojalá que en el futuro advengas autoridades y políticos honestos y no retornen por otro cargo de elección popular los mañosos de ayer.

Por ello, al menos a las autoridades de la Fiscalía y la Comisión de Fiscalización de la Asamblea hay que respaldarlos. Las arremetidas que vienen sufriendo del narcotráfico, la narcopolítica y de guacharnacos, no los debe amilanar. (O)