Mediocridad

Marco Carrión Calderón

Es un sentir generalizado que las instituciones del Estado han caído en niveles alarmantes de la mediocridad más lamentable. El Presidente Lasso no solo ha estructurado los organismos públicos con personas que carecen completamente de representatividad y capacidad sino, lo que es peor, manteniendo a innumerables miembros del correato, personas cuyo único mérito es la obediencia incondicional al déspota, sino su ninguna capacidad y, lo peor, una grande inclinación a la corrupción y al enriquecimiento con dineros públicos.

El Presidente, en quien pusimos tantas esperanzas, incumple las ofertas de campaña, muchas de las cuales eran realmente buenas. Además, tiene una tendencia a la demora en la toma de decisiones de trascendencia política y administrativa.

Ha estructurado los cuadros de gobierno con personas improvisadas, que serán buenas gentes, honorables,  pero sin ninguna experiencia y sin las capacidades que se necesita para una adecuada gestión de gobierno. Se comenta de manera insistente, y seguramente bien fundamentada, que él toma decisiones trascendentales, no solo para su gobierno, sino para la vida del país, con el asesoramiento de sus “consejeros ad honorem”, novísimo invento suyo. Estos son personas de su entorno en Banco Guayaquil que pueden ser excelentes en el campo bancario pero que no lo son en el campo político y en la toma de decisiones gubernamentales como ya claramente lo han demostrado.

En el país existe un suficiente número de personas con gran capacidad administrativa y suficientes conocimientos como para colaborar eficientemente con el gobierno de Lasso, pero el Presidente parece desconocer esto o, sencillamente, no le interesa. Recuerdo que en situaciones muy críticas en el pasado los gobernantes han estructurado gobiernos de concertación para superar crisis importantes; buscaron alianzas con partidos o movimientos ideológicamente similares con la finalidad de tomar de sus cuadros personas con conocimientos suficientes.

Pero en esta administración se nota claramente la improvisación de la gran mayoría de funcionarios, a todo nivel y en todas las instituciones. Lo peor es que estando a la vista su poca o ninguna capacidad administrativa allí siguen calentando los asientos y cobrando jugosas remuneraciones. (O)