Horita de ubicarse

Juan F. Castanier Muñoz

Una de las mesas de diálogo entre el gobierno y la dirigencia indígena lleva la denominación de “Seguridad, Justicia y Derechos” y justamente empezó sus labores la semana pasada, convocando a su seno a representantes del Consejo de la Judicatura, de la Defensoría Pública, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, de la Defensoría del Pueblo y de la Fiscalía General de la Nación. La Fiscalía General, según el artículo 194 de la Constitución: “es un órgano autónomo de la Función Judicial, único e indivisible, funcionará de forma desconcentrada y tendrá autonomía económica, administrativa y financiera. La Fiscal o el Fiscal General  es su máxima autoridad y representante legal y actuará con sujeción a los principios constitucionales, derechos y garantías del debido proceso.” Ni la Fiscalía, entonces, ni ninguno de los otros organismos mencionados, forman parte del Gobierno, por lo que su convocatoria debe entenderse, desde el punto de vista sano y lógico, como la búsqueda de criterios imparciales y técnicos, para los fines propuestos con el diálogo. No se me ocurre, ni creo que vaya a suceder aquello, que la dirigencia indígena intente presionar a los entes invitados, tras decisiones en su favor, luego de los hechos punibles acaecidos en el último levantamiento indígena.

Ninguna persona, respetuosa del ordenamiento jurídico, debe ejercer acciones que violenten dicho ordenamiento, y bajo ningún tipo de justificativo, peor aún, quienes desde la dirigencia política o social, tienen la obligación de dar ejemplo de acatamiento a la normativa vigente.

Una asambleísta haciendo señas obscenas a otro asambleísta en plena sesión de la Asamblea Nacional o una bancada legislativa proponiendo que los ex presidentes y ex vicepresidentes del país continúen percibiendo sus remuneraciones vitalicias así hayan sido sentenciados en firme por actos de corrupción o la “aparición” misteriosa de 4 votos “chimbos” en el sistema electrónico de la Asamblea, son actos que insultan la buena fe y los afanes de honestidad y transparencia de la sociedad ecuatoriana. Debemos tratar de ubicarnos del lado de los buenos. (O)