La vida, ese valor inconmensurable

Aníbal Fernando Bonilla

¿Qué es la vida? Una sucesión de acontecimientos. Un viaje insondable de triunfos y derrotas. El café caliente en la mañana. El amor de la madre hacia los hijos. La fortaleza en medio de las adversidades. La lluvia y el relámpago. Los recuerdos que se funden como testimonio indeleble. Las luchas personales que se vuelven colectivas. Los sueños que alientan el camino.

Hay detalles que motivan nuestros pasos. El paisaje en el atardecer de domingo, el beso que fecunda los afectos, la prolongada caminata en el campo, la estancia en las orillas del mar, la paz que transmite el monte, la tertulia con los amigos. También hay circunstancias que nos doblegan entre el sollozo y el silencio de la noche, entre la incertidumbre y el quejido perturbador. El ser tiene -en su generalidad- la capacidad de asumir situaciones determinadas y de asimilar episodios que trascienden su habitual coexistencia. Porque de eso se trata su permanencia en el conjunto social; de cohabitar con normas y preceptos de manera gregaria. Aunque cada individuo construye su singular acervo identitario, la conducta personal configura una interrelación con los demás miembros de la comunidad.

¿Qué sucede cuando se alteran esos códigos de natural convivencia? Emerge una sensación de apatía e indolencia, en donde la sociedad se desentiende de su presente y se torna menos proactiva y comprometida con su futuro. Los antivalores se van imponiendo sin que repercuta la preocupación y conmoción social. Por tanto, un ambiente de zozobra cunde ante la arbitrariedad, el peligro, el ataque, la crueldad, la criminalidad. La impotencia se ahonda con la indefensión ciudadana ante la ineficaz acción gubernamental.     

¿Cabe siquiera imaginar que el hombre proceda según sus infames instintos en contra del prójimo? Eso que parecería la estructura de una trama literaria o cinematográfica es causalidad bestial de la latente realidad en donde la muerte -convertida en acostumbrado hecho- contiene miradas cómplices y omisiones vergonzantes, con censurables reacciones del poder como el espíritu de cuerpo policial, que antes que velar por el orden y la seguridad común encubre solapadamente la desaparición de una mujer en sus propias instalaciones de instrucción. (O)