Lagunas, cultura y paisaje

Tito Astudillo y Astudillo

En el valle de Cuenca y en el cordón montañoso que lo circunscribe, encontramos muchos componentes de una tradición cultural cimentada por los pueblos ancestrales y que trasciende en hitos geográficos como cerros y lagunas, estas ligadas al mito del origen unas, otras como espejos de agua en los que nuestros amautas escrutaban el cielo, como deidades o simplemente como reservas de líquido vital, pero todas fuentes de mitos y leyendas presentes en el imaginario local.

Quiero rescatar del olvido a las lagunas de Cochapamba, en la parroquia de El Valle, dos espejos de agua entre colinas, tras la loma del Tasqui, separadas por una elevación menor. La segunda sobre una plataforma que se desbarranca hacia el río Malguay afluente del Quingeo que con el Gordeleg dan origen al Jadán que vierte sus aguas en el Paute a la altura del Tamuga. Las recuerdo entre grandes llanos de pastoreo de ganado vacuno, equino y ovejas, entre huertas y extensos sembríos de maíz; pintorescas viviendas de arquitectura vernácula y tradicional con sus cordiales vecinos; abundantes bebederos, pozos de agua para uso doméstico y para pececitos de colores, rodeados de jardines y frutales;  pródigas de patos y gallaretas, de totora que proveían de materia prima a la artesanía de las esteras de Paccha; célebres también porque cada año llegaban bandadas de garzas migrantes, cantadas por el poeta Rubén Astudillo; fuentes de leyendas como aquella de “lagunas bravas” que persiguen, más allá de sus orillas, a quienes llegan de cacería, pesca y contaminan con basura, plástico, barbasco o dinamita; escenario de excursiones escolares para recrearse en sus orillas.

Poco o casi nada queda del esplendor de otros tiempos, pero están ahí, en el imaginario de su gente y en la necesidad vital de un pueblo que crece a ritmo acelerado y requiere preservar sus fuentes de agua, sus áreas verdes y zonas de esparcimiento. ¿Por qué no, con el Ecoparque, integrar un complejo ecológico, recreativo y turístico? (O)