Las empresas de la muerte

Hernán Abad Rodas

La guerra se ha caracterizado como una versión armada de la política y de la diplomacia llevada a cabo por otros medios.

La guerra es innegablemente un mal y un peligro para la dignidad de la vida. En el mundo moderno, la guerra y los preparativos bélicos parecen estar estrechamente relacionados con las necesidades económicas.

En mi criterio, tanto los totalitarismos vengan de donde vengan, así como el sistema socioeconómico globalmente impuesto, fomentan al máximo el egoísmo, la codicia y las ansias de poder; hacen criminales a los mansos, y asesinos a los hijos de la paz.

Muchos hermanos nuestros, desde niños claman por un mendrugo de pan en nombre de la misericordia y el amor, con todas las fuerzas de su voz, les es negado, y entonces los años implacables convierten al joven en un ladrón, asesino, destructor de almas, kamikase.

¿Qué es la paz? ¿se encuentra en las almas en ruinas de los hambrientos que duermen en los suelos, suspirando por un bocado de alimento que a otros les sobra?, ¿se halla en un país donde reina la demagogia, donde los gobernantes y los políticos manipulan la palabra, la pervierten y la utilizan como arma arrojadiza?

La paz no nace por decreto o generación espontánea, se la edifica día a día, sobre la verdad y la justicia que son sus bases sólidas.

No hay una sola voz que clame por la paz. Y si las hay son acalladas por los parlantes de los señores de la guerra. ¿A quién le conviene que una guerra se prolongue? ¿Quiénes, hasta ahora, son los ganadores del conflicto entre Rusia y Ucrania? Ciertamente ni Rusia ni Ucrania serán ganadores.

Tanto Rusia como Ucrania pierden, y en perspectiva los dos perderán.

Obviamente quién más ha sufrido y perdido es el pueblo ucraniano, sus niñas, niños, sus mujeres y hombres obligados a inmolarse.

Los grandes ganadores son las EMPRESAS DE LA MUERTE, las fábricas de armas que han visto incrementar de manera exponencial sus ganancias.

Ganan los poderosos consorcios de energía, de gas, petróleo y sus derivados, cuyos precios están desbocados. Los bolsillos de estos “señores” revientan, y harán todo lo posible para que este conflicto se prolongue.

Muchas mentes sensatas, defensoras de la paz, de los derechos humanos y del medio ambiente están arrinconadas o se han sumado al ambiente emocional e irracional de los nacionalismos extremistas que florece en todos los países de una Europa que repite su historia de barbarie.

Alguien tiene que, liderar un movimiento por la paz.

En la actualidad Ucrania se encuentra cubierta con un manto blanco ¡sobre el que la muerte escribe trazos que el tiempo los borrará!, dolorosa realidad que me produce una callada tristeza. (O)