Movilidad y el tranvía

La movilidad en las grandes y medianas ciudades es un problema de proporciones. Solucionarlo requiere de recursos económicos, del apoyo colectivo, sobre todo de proyectos de alto aliento, ejecutables y autosustentables.

En el caso de Cuenca, su crecimiento urbano crece de manera acelerada. Cada año se suman más y más vehículos. Ahora, incluso motocicletas y otros pequeños medios de transporte.

Es inocultable el caótico tráfico vehicular en las horas de mayor circulación. Ya no solo en el Centro Histórico, sino fuera de él. La estreches de algunas calles y avenidas, más la proliferación de redondeles, y la aversión a usar el transporte público, contribuyen a ese caos.

Las alternativas para desfogarlo resultan insuficientes. Las proyectadas se han diluido en el debate, improductivo a veces, cuando no por los personalismos; también por la falta de decisión o de mezquindad política y la falta de financiamiento.

En medio de ese panorama se cumple dos años de operación comercial del tranvía, un sistema de transporte aún envuelto en líos judiciales y desajustes financieros.

Su falta de integración con el servicio de los buses urbanos sigue pasando factura. El proyecto, precisamente fue pensado con esa finalidad. Hasta se aprobó una ordenanza para viabilizarlo en lo operativo y en lo tecnológico.

Mutuos desacuerdos, posiciones intransigentes, no reconocer ventajas e inversiones de cada uno, han llevado a ese empantanamiento.

Si bien las autoridades municipales están optimistas sobre la operación comercial del tranvía, el promedio de pasajeros diarios dista mucho del requerido para garantizar su sustentabilidad económica. Y a esto deben propender. Es más, debió estar ya en marcha.

La integración de los dos sistemas de transporte contribuirá, si bien no del todo, a mejorar la movilidad.

Este problema será, a no dudarlo, una vez más, tema de campaña política. Los electores lo tienen claro como para no permitir devaneos ni falsas expectativas por parte de los candidatos.