Guardar la compostura

Edgar Pesántez Torres

Las normas de conducta, los valores culturales y los reparos que la sociedad impone se van perdiendo, a contrapelo se suplantan los instintos, es decir, los comportamientos innatos, fijos o hereditarios.

Coloquialmente el instinto se entiende como un actuar impulsivo sin reflexión sobre las consecuencias y que sólo sirve para preservar la salud y la vida, la pulsión sexual y la realización personal.

Sobre los instintos está el sentimiento que hace relación a una percepción consciente de las emociones y que tiene su base en la racionalidad y el respeto a las costumbres.

De ahí que para sobrevivir no se puede sacrificar al semejante ni para el gozo erótico no se puede copular dondequiera ni para lograr un éxito personal no hay que afrentar al otro. Así es como se pasó del estado de salvajismo al de civilidad.

Lo dicho tiene que sopesar más en los lideres y en las autoridades que representan a un pueblo con principios, valores y costumbres preestablecidas; por ello, no se puede exceder en los impulsos primitivos y, por contra, tienen que guardar compostura de conformidad a su rango, acatando las normas y las reglas impuestas tácita o explícitamente por la sociedad.

Guardar la compostura es mantener con dignidad su alta investidura en las ciudades o en el país. En agosto pasado la mandataria Sanna Marin de Finlandia, fue severamente criticada por su conducta inadecuada en una fiesta privada, por lo que tuvo que acudir a dar explicaciones y ofrecer disculpas.

Al borde de las lágrimas dijo que se le juzgue por su labor frente del gobierno y no por su vida privada, añadiendo: “Soy un ser humano, a veces también anhelo la alegría, la luz y el placer en medio de estas nubes obscuras”.

Se sometió a un test de drogas, después de que en su residencia oficial se vio a dos “Influencers” públicas besándose apasionadamente, mientras ellas bailaban y cantaba desenfrenadamente.

Hay quienes dicen que la mandataria finlandesa pudo haber aprendido de las alcaldesas de Ecuador y Colombia. La primera hizo de su segundo matrimonio un escándalo por su vestuario, ademanes, provocaciones y declaraciones incitando al amor libre y hablando de sueños húmedos y de fantasmas disparatados como de acusar de que los reporteros quieran meterse debajo sus sábanas.

La segunda, invitó a los ciudadanos de su país a masturbarse.

Si por estas desenfrenadas se sigue votando, entonces, acostumbrémonos a no salir de sus orgasmos ni de las drogas. (O)