Eliécer Cárdenas E.

Aurelio Maldonado Aguilar

Su obra es monumental. Sus más de cincuenta novelas hilvanadas con especial estudio en tiempo histórico, rodeando sus relatos de diálogos y detalles magistrales, colocan al escritor, sin esguinces ni consabidos celos de mediocres, en los más altos sitiales de la novelística latinoamericana.

Llegó el momento de inclinar nuestra cabeza ante la sombra de un grande de la literatura y sin embargo tan lleno de humanidad, bondad y ausencia en su alma de vanidades y escamoteos, tan frecuentes en este tipo de intelectuales.

Entendiendo su valor, dos personajes de altos kilates literarios, Fausto Aguirre y Susana Álvarez, trabajaron desde su Loja querida, en una idea monumental, muy a la altura de Eliécer y convocaron a cincuenta y más reconocidos escritores ecuatorianos, para entregarlos, a cada uno de ellos, una novela del gran escritor, para que sea estudiada y comentada, para luego reunir estos brillantes trabajos y juntándolos en enorme, elegante y valioso libro, publicarlo en un titánico esfuerzo, que quienes editamos alguna vez, entendemos de los problemas grandes para lograrlo, empezando por el más heroico que es el financiamiento y pasando por egos y posturas olímpicas de ciertos participantes, que creen que dar su opinión es regalar parte de su especial gloria.

Ayer, en Loja, fue la presentación apoteósica del gran volumen y sin dudas se sembraron las más enternecidas semillas de respeto, admiración y consideración ante la memoria del gran novelista, resaltando cada escritor convocado, desde su intrínseco criterio, la obra irrepetible de Eliecer.

Gigantesco volumen, por lo gigantesco de la acogida de todos los participantes, será en el futuro libro de exquisita consulta y guía sobre los caminos desbrozados en cada una de las novelas de Eliecer, el grande.

Fausto Aguirre y Susana Álvarez, mis especiales, doctos y respetados amigos, se lucieron con el brillo que remarca el esfuerzo y logro que busca inmortalidad de un magno de la patria.

Fui participe inmerecido de este fantástico acto de reconocimiento y mi alma se regocijó complacida cuando me fue entregado el grueso y monumental volumen con las cincuenta y más ponencias valiosas y eruditas.

Que el nombre de Eliécer Cárdenas Espinoza, mi amigo desde la juventud y profesor de mis escarceos literarios, sea colocado en el nirvana de la novelística Latinoamérica es menester y justo, cosa que empieza a ser lograda con este reconocimiento y esfuerzo de dos seres especiales, Aguirre y Álvarez, que ven indispensable enarbolar valores de Eliécer.

Es solo el principio, pues el debido reconocimiento aún está por venir desde instituciones y grupos sociales que sabrán valorar la pluma de un predestinado en el género novelas. (O)