Sociedad del consumo

Nancy Negrete Martínez

El consumo masivo y su presencia en la convivencia social es un fenómeno que aparece en el siglo XX, a causa de la producción en masa que nos transformó social y culturalmente.

Las empresas se dedicaron a crear un cliente y, por ende, un mercado; con ello, enfocaron sus esfuerzos en generar constantemente nuevas necesidades que cubran todos los ámbitos de la vida.

La modernidad afirmó este paradigma con el concepto de la modernización, desplegando lo nuevo, lo novedoso, el cambio.

Actualmente, el consumo idealizado se ha convertido en una tradición anclada en conceptos como: confort, bienestar, estilo de vida o moda, sustentados por una persuasión publicitaria que responde a un sistema social de falsas aspiraciones que cada vez son más amplias.

En este contexto, las estrategias de mercado pusieron sus ojos, principalmente, en las mujeres ya que, a decir de los especialistas en marketing, “son mejores compradoras que los hombres”.

Según los estudios, el 80% de las decisiones de compras para el hogar, lo hace la mujer, sean las mujeres modernas, cuidadoras, madres, gestionadoras de lo doméstico, por tanto, consumidoras.

Con el tiempo, la producción masiva que estaba acertando al consumo masivo, miró también a otras poblaciones y a otros conceptos, como el dar “valor emocional a los productos”, erróneamente asociado lo que conocemos como “felicidad”.

Es decir, la cultura del consumo nos da una “felicidad mercantil”, con promesas personalizadas y grandes cambios, convirtiendo al mercado en una utopía general.

Sin embargo, el deseo de un consumo opulento, por consiguiente, el endeudamiento generalizado, no se traduce en un mayor bienestar, porque se siguen creando y estimulando nuevas necesidades.

En respuesta, la sociedad está adquiriendo nuevos hábitos, nuevas costumbres y una nueva identidad. (O)