Duelo carioca

Bridget Gibbs Andrade

CON SABOR A MORALEJA

Durante el gobierno de Bolsonaro Brasil ha experimentado un boom económico, el crimen disminuyó notablemente bajo el régimen de “mano dura” y la guerra declarada a los maniáticos izquierdosos en el ámbito de la cultura sigue en pie.

Su ministro de Economía, Guedes, saneó la crisis económica con la que Dilma hundió al Brasil. Gracias a ello es el único país en la región qué, a pesar de la pandemia y la guerra de Ucrania, no ha registrado índices de inflación.

Brasil planea cerrar el 2022 con 100 millones de empleos nuevos, la primera vez en la historia que sucede algo así. Durante los mandatos de los corruptos Lula y Dilma, el crimen aumentó en un 7 y 17%, respectivamente.

Con Temer no hubo novedades. Y, con Bolsonaro, menguaron un 15% en apenas 3 años de gestión. Muchos repiten el estribillo de misógino, ultraderechista, racista y no sé qué otros adjetivos más, obviando la realidad que viven los brasileros desde hace 3 años.

En cuanto a Lula, el Supremo Tribunal Federal (STF) -el más alto Poder Judicial de Brasil- anuló el caso de Lava Jato en el que se le involucraba. Había pruebas contundentes no sólo de corrupción, sino también de lavado de dinero.

El STF no exoneró a Lula, ni negó que existían pruebas. Lo que no hizo fue escarbar hasta llegar al fondo del asunto. Uno de los fiscales denunció en aquel tiempo lo que también sucede en Ecuador: “Nuestro sistema de justicia fue diseñado para garantizar la impunidad de los poderosos que roban a nuestro país”.

Es por eso qué, con la anulación de los procesos en su contra, Lula recuperó su condición de “santo e inocente” ante los tribunales. Hoy, todos los casos del expresidente llevados ante la justicia, están cerrados o fueron suspendidos.

Resumiendo lo anterior, los juicios concluyeron de dos formas: en algunos fue absuelto (la Justicia consideró que no había pruebas de que hubiera cometido delitos). En otras, las condenas fueron anuladas porque se desconocieron los derechos del acusado.

Si no hay una sentencia definitiva sobre la culpabilidad, lo que prevalece es la presunción de inocencia.

Causa alarma que un político condenado a 9 años de cárcel por cohecho sea candidato, y más aún, pase a una segunda vuelta presidencial con el voto de más de 53 millones de personas.

Latinoamérica está demente. El 30 de octubre se dará el duelo carioca. Por el bien de Brasil, ojalá gane Bolsonaro. (O)