Muertos y heridos

Los números siguen creciendo.  Las listas se actualizan con cada nueva identificación de un cadáver, con cada nuevo herido que requiere auxilio.  Las noticias migran entre Latacunga y Guayaquil. Pero el tema sigue siendo el mismo.  La tragedia en las cárceles no da tregua y el dolor es la constante en las familias de personas cuyas vidas están bajo el cuidado del Estado.

La cuenta supera los 400 fallecidos desde que iniciaran estas revueltas en las cárceles en Ecuador.  Si el número no conmueve, lo hacen las historias personales.  Los gestos de las familias que angustiadas acuden por información, y ante la incertidumbre, hemos visto su desesperación transformada en gritos desde el otro lado de una cerca intentando saber algo de su ser querido.  Es el dolor confundido con el horror de una situación que no alcanza a encontrar una solución.

El bienestar de una sociedad no solo se evalúa por su sistema de salud, o educación, sino también por su sistema penitenciario. El hacinamiento, las puertas giratorias en las cárceles y los juzgados, las demoras en los procesos judiciales, son indicadores del fracaso institucional. Los muertos y heridos son indicadores del fracaso de la sociedad. De ahí que se vuelve urgente tomar decisiones que permitan encontrar los orígenes de estos conflictos, pero también procurar un mejor sistema de control y cuidado de estos recintos.

Cuando un problema social no recibe la suficiente atención gubernamental, el activismo ciudadano suele ejercer la presión necesaria para forzar a la acción política.  El problema es que ante estas más de 400 vidas perdidas no hay carteles en las calles, ni voces en los medios.  El activismo por “los nadies,” como señalara Galeano, no alcanza a ejercer la suficiente presión para considerar este problema como de urgente solución. 

Seguirán los titulares, nacionales e internacionales, relatando la crisis carcelaria en Ecuador.  Seguiremos observando el dolor de “los nadies” gritando detrás de las mallas por la pérdida de su ser querido.  Seguirá la discusión -solidaria o lapidaria- en las redes sociales, hasta que un nuevo episodio siga incrementando la estadística de nuestros muertos y heridos.