María Rosa Crespo

Tito Astudillo y A.

Existen seres que están más allá del olvido en la medida que su recuerdo, “transformado en nuestra propia sangre…”, como dice el poeta Rainer María Rilke en una de sus elegías, trascienden en nuestra vida y en el imaginario social, como María Rosa Crespo, que entendía y ejercía el magisterio como un acompañamiento para la vida. “El Maestro acompaña a los jóvenes como lo hizo Cristo y como lo hizo Sócrates”, afirma en una entrevista con Juan Carlos Astudillo, publicada en “Las voces que cuentan”. “Nunca abandoné a mis alumnos, siempre estuvimos juntos”, asevera con propiedad.

Cada cual podrá contar su historia y cada quien más rica de vivencias, anécdotas y lecciones. Fui su alumno desde el cuarto curso de bachillerato, y la monótona vida de aprovechado estudiante cambió radicalmente.

Vinieron los libros y las lecturas de textos, las charlas, los recitales y presentaciones. “Llama un inspector” de J.B. Priestley, en el aula, en el teatro institucional y en el Raymipamba que marcaron una vocación y un acompañamiento de toda la vida.

Nunca abandonó a sus alumnos y con Ella llegamos a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Benjamín Carrión, Núcleo del Azuay, porque quería en su directorio a sus alumnos y allá fuimos con Olguer Dután.

Después en los talleres de teatro de la Universidad de Cuenca pusimos en escena “La casa de Bernarda Alba” de García Lorca y “Con gusto a Muerte” de Jorge Dávila Vázquez, entre otras.

Le gustaba acompañarnos en los ensayos y en las presentaciones. Sí señor, porque nunca abandonó a sus alumnos y, hasta hace unos seis meses, su charla fraterna y sabía seguía orientando nuestras vidas; sugiriendo y motivando; “¿cuándo publica sus reportajes, los cuentos, su teatro?”, porque con nuestra Maestra podíamos confidenciar y soñar.

Erudita, experta en semiótica y literatura clásica, catedrática de segundo y tercer nivel, crítica literaria, investigadora de nuestra cultura en todas sus raíces y manifestaciones: historias y tradiciones, mitos y leyendas, fiestas, ritos, gastronomía, etc., pero sobretodo Maestra que, nunca abandonó a sus alumnos para quienes, “tengo abierta la puerta de mi casa y de mi corazón”, decía. (O)